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Introducción al análisis

I.7/ Características de la prensa anarquista: Sus redactores y colaboradores

La prensa «burguesa» - nos referimos principalmente a los diarios - tiene como característica fundamental la información puntual de hechos cuyo denominador común es la actualidad. Notificar lo que está ocurriendo en esos momentos, ser testigos de su tiempo, tiene como contrapartida el envejecimiento prematuro y la pérdida de interés, cuando el acontecimiento ya no reviste importancia o ha perdido actualidad.

La prensa obrera - recuérdese que hablamos de tiempos en los que la radio y la televisión todavía no habían ocupado el espacio intersticial que la información escrita no podía cubrir. O porque no se habían inventado o (más tarde) porque todavía no habían encontrado su hueco - y aún más la prensa anarquista, llenaba sus páginas de artículos ideológicos, interpretación de situaciones, denuncias de hechos que se repetían sistemáticamente. En resumen, de escritos de permanente actualidad, porque eran portavoces de una idea de revolución social. Idea siempre vigente en tanto persistiesen las condiciones de explotación que la habían hecho nacer.

De ahí que el diario burgués, una vez leído sea relegado al olvido y destinado a temprana destrucción, mientras la prensa anarquista era atesorada y celosamente guardada para ser releída tiempo después con el convencimiento de que su contenido seguiría teniendo todo su interés e importancia originales.

La prensa anarquista sustituyó la información política y de actualidad [149], por la información obrera - huelgas, despidos, malos tratos, injusticias, etc. - la ayuda a los presos (promoviendo campañas, recogida de fondos, etc.) o la inserción de colaboraciones literarias (poesía relato corto, etc.).

Ramiro de Maeztu había sabido captar muy bien esta cualidad:
«Se lee infinitamente mayor número de periódicos “burgueses”, pero en éstos la actualidad lo ocupa todo y como a la de hoy sucede la de mañana y nunca faltan actualidades en Estado de tan accidentada vida como el nuestro, el interés que despiertan es puramente momentáneo. No sucede lo mismo con los periódicos anarquistas. Lo que hay de actualidad en ellos, referente casi siempre a constitución de sociedades obreras o a conflictos entre el capital y el trabajo no ocupa sino la tercera o cuarta parte del número, y como lo restante se dedica a las cuestiones doctrinales, el ejemplar se guarda… y la influencia de estas publicaciones sobrevive a su muerte… Sé de muchas gentes que conservan la colección completa de sus números. ¿De cuantos semanarios se podría decir otro tanto? [150]»

Aunque un poco exagerado el reparto de proporcionalidades, es básicamente cierta su afirmación respecto al diferente trato que ambos tipos de prensa recibían. Sin embargo esto no nos ha servido desgraciadamente para que se conservara la prensa obrera en condiciones de poder ser estudiada sin recurrir a fuentes indirectas. Al celo que movía a alguien a atesorarla, se contraponía la no menos celosa vigilancia represiva que veía en este tipo de literatura la raíz de todos los problemas sociales que han afectado a nuestro país. Una gran parte de periódicos obreros y anarquistas - por no hablar también de libros y folletos - ha desaparecido como consecuencia de registros domiciliarios.

A propósito de la ausencia de noticias de carácter político en la prensa anarquista nos dice Romero Maura:
«La doctrina, claro, decía que de la política burguesa no había que ocuparse. En nombre de los principios se escribía contra “la peste política” y sus nefastas
consecuencias y los anarquistas solían alardear de su total desinterés por la evolución de instituciones y partidos. Es simplemente imposible sacar de la prensa ácrata la más elemental noción del curso seguido por la política nacional o local en aquel período. Ni tan siquiera transcendían a las páginas de sus periódicos las noticias más importantes (…) [como] el caso Nozaleda… [151]»

Este juicio - que en parte resulta justo [152] - parece olvidar que la principal característica de la prensa obrera en general y de la anarquista de modo particular no era la información general o de tipo político común a los diarios, sino la información de carácter obrero y a ella dedicaron la mayor parte de sus columnas, estando en todo momento a la vanguardia de dicha información cuando las circunstancias les eran favorables.

Devolviendo la pelota de la acusación hecha a los periódicos de tendencia anarquista por su absoluto desprecio a la información política burguesa, podría decirse lo mismo de los periódicos «burgueses» por cuanto se refiere a la información obrera.

Mientras podemos encontrar en sus páginas abundante información de la actuación de los políticos, de sus opiniones, mangoneos, alianzas, tráfico de influencias y los más minuciosos detalles que cabría imaginar de todo ese entramado político que parece revestirse de una aureola sagrada que lo convierte de inmediato en materia de información. Gastaríamos en vano nuestro tiempo si quisiéramos reconstruir - incluso de modo somero - la historia del movimiento obrero a través de sus columnas. Solo algunos diarios de izquierdas concedían un escueto espacio a reseñar o dar noticias de algún acontecimiento protagonizado por obreros. Únicamente cuando la relativa tranquilidad social se veía alterada por éstos en sus justas reivindicaciones, parecían ponerse todos de acuerdo en formar un coro de voces de reprobación o en darles útiles consejos de que esa o aquella no era la vía más adecuada para conseguir lo que pretendían.

A esto habría que añadir la opinión negativa que los anarquistas tenían de la prensa de información general conocida como «prensa burguesa» y que los movía a oponerse y tratar de hacer un periodismo diferente.

Algunos la equiparaban al sacerdocio, dándole a esta palabra las connotaciones de prostitución, cinismo y podredumbre. Para este anónimo comunicante, «solo será una verdad la prensa cuando será libre, un trabajo útil, como los demás dentro de las secciones de productores libres…» [153]. Otros la atacaban por su espíritu mercantilista: «La prensa burguesa es una prensa mentira, una prensa falaz, que en lugar de levantarse a las alturas de lo grande, de lo sublime, se arrastra por el lodo del mercantilismo…» [154]. Y Fraternidad de la misma ciudad, advertía: «¡Alerta pues gansos del periodismo! que si vosotros sabéis andar, nadar y volar, nosotros sabemos que valéis muy poco (…) con vuestro ruin proceder sois un obstáculo más de los muchos que impiden la emancipación, el bienestar de la clase trabajadora, pero sabedlo, nuestra piqueta destruirá todos los peñascos sembrados en la senda del progreso. [156]»

A pesar de que los anarquistas eran conscientes de la inferioridad de condiciones en la que se encontraban, en punto a propaganda, frente al volumen de la misma desplegada por la prensa no obrera [157], estaban convencidos de que la bondad y la justeza de los presupuestos de los cuales partían harían tambalear los edificios informativos que como murallas protectoras se interponían entre ellos y el amplio sector del público lector al que iban dirigidas las informaciones.

Tenían pleno convencimiento de que sus deficiencias podían ser sustituidas con toda eficacia por la verdad y la justicia que acabaría por triunfar en un mundo de falsedades alimentadas por los circuitos informativos de las grandes cadenas y rotativos.

La anarquista era, pues, una prensa «menor en cantidad, desgraciadamente, pero la mayor en calidad, la de más valía, por la dignidad que ostenta en su ruda y brillante labor en pro de la verdad y la justicia. [158]»

Estas diferencias que venimos señalando quedan mucho más patentes al analizar sus respectivos cuerpos de redacción o colaboradores.

Los diarios solían contar con un cuerpo estable de redactores, jerarquizado en sus funciones y con mentalidad de empresa con fines rentables. Los periódicos obreros, salvo rarísimas excepciones, estaban redactados por un personal no especializado en su gran mayoría obreros, que ejercían sus funciones de periodistas después de acabada su agotadora jornada laboral y siempre de forma totalmente desinteresada.

El Grito del Pueblo de San Martín de Provençals, advertía a sus lectores:
«Como los obreros que redactan nuestro humilde se llevan 10 o más horas en el taller, y en las de descanso han de escribirle, no encuentren extraño los suscriptores el recibir este número con un día de retraso… [159]»

Cultura Ferroviaria de Madrid, insiste en esta particularidad:
«Camarada: Los que escriben en este periódico son trabajadores como tú. Conviven contigo en el taller, en la oficina, en la estación, tienen las mismas necesidades que tú. Sienten el problema ferroviario. [160]»

Y La Huelga General de Madrid remacha el clavo de sus cualidades:
«La Huelga General no pagará nada por Redacción y Administración, cuyos trabajos efectuaremos los compañeros del grupo editor después de terminada la jornada en nuestros respectivos talleres. [161]»

Al parecer no era cosa ociosa saber quien estaba detrás de la prensa obrera o anarquista, ya que periódicamente se le lanzaban acusaciones de estar confeccionada por «burgueses». De ahí que encontremos constantemente en sus páginas sueltos para desmentir estas falsas acusaciones:
«Hasta ahora habíamos firmado los artículos publicados en nuestro periódico, haciendo seguir la firma del autor de su oficio correspondiente, para dar un público y solemne mentís a los que aseguraban que La Solidaridad no estaba redactada por obreros. [162]»

Una vez expuesto esto dicen que ya no aparecerán las firmas, porque no les mueve la vanidad o el interés personal. De ese modo evitarían que a fuerza de ver un nombre los obreros crean que de alguna manera es superior a ellos. Algunos periódicos anarquistas posteriores seguirían esta misma táctica, publicando artículos generalmente sin firma. Habría que apuntar que a la razón anterior debería añadirse la de la seguridad para aquellos que firmaban los artículos, sobre todo en los períodos de intensa represión.

Curiosamente, estas acusaciones venían generalmente del sector progresista. Es de suponer que motivadas por cuestiones de competencia o por polémicas de tipo político.

«Nuestro estimado compañero El Cuarto Estado, preocupado por una insinuación, que, como todas las suyas, hizo El Progreso, respecto a si los semanarios anarquistas estaban redactados por escritores burgueses, propone si creemos conveniente se publiquen los nombres de los que componen los consejos de Redacción.

Por nuestra parte, en cuya redacción solo existen obreros, no vemos inconveniente en ello, pues ninguno de los redactores es un personaje misterioso y todos son conocidos perfectamente de los compañeros de ésta y de todas las localidades. [163]»

Para apoyar sus afirmaciones de que El Progreso escribía sin fundamento, cita un artículo publicado por aquél en el cual, entre otros lapsus, había deslizado el de que Engels y Marx fueron los propagadores de la Anarquía y el Colectivismo.

No es nuestra intención desarrollar una demostración exhaustiva de las anteriores afirmaciones. Basta echar una ojeada a la prensa anarquista publicada en España desde la I Internacional para darse cuenta de este hecho. Teniendo presente además que ésta era una prensa no profesionalizada, dudosamente hubiera podido potenciar la aparición de un sustrato de periodistas que tuvieran como única actividad la de figurar en la plantilla de redacción de un periódico de tendencia anarquista. Por otro lado la opinión que tenían de los periodistas profesionales no era nada agradable y siempre que podían se desmarcaban de ellos:
«No somos periodistas y a deshonra tendríamos se nos equiparase con tal clase que, por un escatimado mendrugo vende su pluma, haciéndola decir lo que no siente ni quiere, y hasta lo contrario de lo que siente y conoce. Somos obreros y vivimos del sudor de nuestro rostro. [164]»

Si además tenemos en cuenta la prevención de los anarquistas - y en general de los obreros - hacia los intelectuales tendremos el cuadro completo. Los redactores de La Acción de La Coruña informaban que «no pretendemos pasar plaza de demagogos ni literatos, venimos a activar la lucha social [165]». Mucho más duro se mostró El Libertario de Gijón al hablar contra literatos y periodistas directores de la opinión pública: «piara de cerdos cubiertos de lacras, repletos de vicios», «hatajo de borrachos», «Taifa indecente»; según el periódico sus «padres putativos» serían Unamuno - al que se le recuerda su colaboración en Ciencia Social y su correspondencia con anarquistas - Martínez Ruiz, Claudio Frollo, Lerroux, etc. [166].

Señalemos también que, en general, esta profesión estaba, en aquellos años, muy mal pagada y que los periodistas tenían que alternar su labor como redactores con otras ocupaciones [167].

Las escasas excepciones de empresas editoriales anarquistas más o menos estables, como la de la familia Urales, en la cual colaboraron periodistas profesionales como Julio Camba o Antonio Apolo, no son en absoluto representativas de la tendencia general de la prensa anarquista, que tuvo que depender siempre de colaboradores espontáneos y redactores formados al calor de las luchas obreras, en las cuales el periódico era un arma más, como podía serlo la huelga u otros métodos.

Lo más importante a destacar, es, en todo caso, el carácter que se deseaba imprimir a la propaganda, ya que de ello se derivará la composición de sus redactores y la idea que estos se hacían de la utilización del periódico le daría a éste su disposición final, de la cual no eran ajenos, en absoluto, los lectores.

Efectivamente, la prensa anarquista no era un coto cerrado donde expresaban sus opiniones los redactores y la empresa propietaria decidía la línea a seguir. Si partimos del supuesto de que el nacimiento de un periódico anarquista se decidía por cuestiones de oportunidad y que generalmente iba ligado a una línea general de actuación del anarquismo en el sector del cual surgía, dependía para su supervivencia de que dicho sector apoyase sus iniciativas y de que el cuerpo de redacción lo interpretase correctamente.

Dentro de esta trayectoria el periódico se convertía en una plataforma de discusión en la cual podían intervenir cuantos lo deseasen, con las limitaciones impuestas por el escaso nivel cultural del proletariado que iría elevándose paulatinamente a lo largo del siglo XX.

Esta cualidad que hacía que teóricamente todos fueran potencialmente colaboradores imprimió a los periódicos anarquistas una frescura que se desprende constantemente de estas colaboraciones espontáneas. Poetas y narradores anónimos; cronistas y articulistas surgidos del taller y la fábrica llenaron las páginas de estos periódicos con sus escritos. Estos quizá carezcan, en general, de las virtudes y la calidad de una buena literatura, pero poseen, en cambio, la belleza de lo espontáneo.

Esta interrelación que hacía del periódico una propiedad colectiva tenía un efecto beneficioso para el mismo, ya que en momentos de apuro, podía contar siempre con la ayuda de quienes se sentían copartícipes de su trayectoria.

En resumen, el periódico contaba con un cuerpo de redacción más o menos estable y un número de colaboradores ilimitado. Al estar sus páginas abiertas a todos, daba la posibilidad de la identificación entre todos aquellos que a él se adscribían o a sus tendencias.

Incluso en los momentos en los que el periódico fue expresión directa de una organización estructurada sobre bases firmes (a partir del surgimiento de la CNT), estas características se mantuvieron sin grandes variaciones. Como ya señalábamos anteriormente, salvo contadas ocasiones, entre las cuales destacarían Cultura y Acción de Elche o Solidaridad Obrera de Valencia [168], los periódicos anarquistas nunca daban a conocer la composición de su cuerpo de redactores. Esto que pudiera parecer que no reviste una gran importancia a primera vista, dificulta enormemente el conocimiento del periódico en cuestión, debiéndose recurrir de forma frecuente y continuada a fuentes indirectas.

La práctica del periódico La Solidaridad de Madrid, primer órgano oficial de la Internacional española, ateniéndose estrictamente a lo reglamentado para la propaganda y que en base a ello daba a conocer la composición de su cuerpo de redacción, junto a los sucesivos cambios de la misma, es un fenómeno aislado dentro de la panorámica de la prensa anarquista en general [169].

No cabe duda que en cada caso concreto, los componentes de la redacción de un determinado periódico eran perfectamente conocidos, al menos por los más cercanos al mismo y también por un amplio núcleo de lectores asiduos; pero actualmente, en su mayor parte nos son desconocidos.

Varios son los motivos que pueden ser apuntados para explicar este fenómeno, entre los cuales ocuparía lugar destacado las precauciones que se debían adoptar para evitar en lo posible la represión. Habría que añadir a esto el profundo sentido que los anarquistas tenían de evitar servirse de plataformas privilegiadas para descollar sobre el resto. Así nos lo demuestra Voluntad de Zaragoza cuando inserta el siguiente entrefilete:
«Aún cuando no se publicará artículo alguno que no vaya firmado por su autor, estas firmas no aparecerán en el impreso (…). Así acabaremos con la petulancia de los que solo escriben con el afán de ver su nombre impreso y se acostumbraran los lectores a juzgar los escritos por su valor y no por la personalidad de los firmantes. [170]»

O La Solidaridad de Madrid, al decirnos:
«… convencidos como siempre de que la Internacional no debe contribuir en manera alguna a realzar ninguna personalidad, y seguros de que a fuerza de ver un nombre en un periódico los obreros, bien a pesar del que lo lleva, llegan a creer que éste es en cierto modo superior a ellos, dejaremos de firmar nuestros artículos… [171]»

Durante el primer período de la Internacional en España, los periódicos afectos a la misma se publicaban por iniciativa de las secciones o de la federación local. O bien como órgano de algún centro obrero. Su cuerpo de redacción era habitualmente elegido por el consejo respectivo. Hubieron casos aislados, como El Condenado de Madrid, debidos a la iniciativa particular, en este caso concreto a Tomás González Morago, pero no fue muy frecuente en este período.

En el período de clandestinidad que siguió a esta primera etapa internacionalista pública, la Alianza española tomó prácticamente las riendas de las directrices de la organización y fue también la que llevó adelante la publicación de los diversos órganos clandestinos - poco numerosos - que fueron editados. La comisión federal se encargó de adquirir una imprenta clandestina, única forma de mantener una cierta regularidad en la propaganda en las condiciones difíciles que vivía la organización en aquellos momentos.

Con la vuelta a la vida pública de la Internacional en 1881, de nuevo florecen los órganos periodísticos obreros, pero en esta ocasión la composición de los consejos de redacción sufrirá una variación sustancial. Aunque la mayoría fueron órganos «oficiosos» de la FTRE, prácticamente ninguno de ellos lo hizo explícito. Su cuerpo de redactores se componía de personas o grupos vinculados en mayor o menor grado a la organización, pero la iniciativa era particular.

Revista Social de Madrid, el periódico con mayor difusión, prestigio y tirada fue decidido en la asamblea barcelonesa de marzo de 1881 [172], pero su valedor indiscutible fue Juan Serrano Oteiza, del cual dependió en los cuatro años de su existencia. Así mismo en la corta etapa de su 2ª época, editado en esta ocasión en Sans. Supo Oteiza rodearse de un selecto plantel de colaboradores que le prestaron una ayuda inestimable.

Algunos de ellos, una vez separados - al parecer por cuestiones de táctica - del que fue su mentor, serían los creadores de una serie de periódicos dentro de una línea anarquista tradicional. Iniciada con Bandera Social, finalizaría en La Protesta, la cual inició sus publicaciones en Valladolid, se trasladó a Sabadell, volvió a aquella ciudad y acabó en La Línea de la Concepción.

De este grupo de redactores destaca Ernesto Álvarez, muerto en 1902. Con su muerte y la desaparición de este periódico poco antes, finalizó una determinada manera de hacer periodismo ácrata, ligada en todo a las prácticas anarquistas de la era decimonónica.

Con la introducción en España del anarco-comunismo, comenzó la práctica de los órganos anarquistas debidos a la iniciativa de grupos no vinculados orgánicamente. Las teorías antiorganizativas de esta ideología propiciaron la aparición de órganos efímeros con una importancia muy relativa y una difusión más bien escasa, salvo algún caso aislado. Estos órganos tuvieron su período de esplendor a comienzos de nuestro siglo.

A medida que los grupos se fueron vinculando orgánicamente sus periódicos se fueron haciendo más estables y duraderos. A esto contribuyó en gran medida la constitución de la CNT y la floración de periódicos sindicalistas-anarquistas, expresión de los sindicatos afectos a ésta.

Generalmente en los periódicos de esta organización, órganos de sindicato, federación local o confederación regional, sus redactores eran elegidos por el comité respectivo. Salvo el mantenimiento de una línea ideológica coherente o las luchas y polémicas que ello generó, los cambios con respecto a la etapa anterior no fueron muchos.

Los cargos retribuidos en sus cuerpos de redacción se limitaron casi exclusivamente a los diarios y alguna que otra revista. No conocemos con exactitud cuantos casos hubo, pero hay constancia de que escasearon.

Miguel Jiménez, en uno de sus muchos artículos sobre la propaganda, defiende la tesis de que un diario de la organización debe tener un cuerpo de redacción retribuido. Sin embargo esto no debía hacerse extensivo al resto de publicaciones de la misma. Este autor era de la opinión de que un semanario con un director retribuido era innecesario y contraproducente, ya que conducía al profesionalismo de la pluma [173].

Los periodistas libertarios no desmayaron - en líneas generales - en su tarea, a pesar de las dificultades que en su camino encontraban. Estas fueron cualidades que compartieron todos ellos: generosidad, desprendimiento, espíritu de sacrificio y sobre todo fe en sus ideales que en síntesis era el motor que movía sus corazones.

Acción Libertaria de Gijón, en su reaparición después de tres semanas de suspensión, afirmaba:
«con la misma fe y pasión que entonces, reemprendemos hoy la faena. No importa que cuanto hayamos presenciado en el fenecido 1915 fuera lo bastante para infundir en nuestro ánimo todo menos el entusiasmo y la confianza. Pero, acostumbrados ya a los contratiempos y fracasos desde que actuamos en el periodismo libertario, nada hay que nos descorazone ni debilite nuestras convicciones. Así, mientras nos sea posible seguiremos adelante. [174]»


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[149En muy pocos periódicos anarquistas encontramos noticias de carácter político. Incluso los escasos diarios que se publicaron hasta 1936 - las características de esta prensa durante la guerra civil sufrieron una radical transformación - daban a la noticia política una importancia relativa, limitándose, en la mayor parte de los casos, a transcribir noticias telegráficas o telefónicas, generalmente breves y sucintas.

[150«El ideal anarquista en España» (I), El Imparcial (Madrid) (28 nov. 1901), incluido en Maeztu, Ramiro, Artículos desconocidos, 1897-1904, ed. de E. Inman Fox, Madrid, 1977, pag. 178

[151Romero Maura, La Rosa de Fuego, op. cit., págs. 230-231

[152«No hubiéramos querido hablar de elecciones (…) Nos causa nausea todo cuanto a política se refiere…» Germinal (Tarrasa), n.3 (18 mar. 1906), 1

[153Los Desheredados (Sabadell), n.7 (19 jul. 1890), 2-3

[154«¡Abajo la prensa histórica!», Bandera Roja (Madrid), n.10 (28 ago. 1888), 1]. Y, en fin, los más la veían como un obstáculo más en el camino de la liberación. Tribuna Libre de Gijón se niega a saludar a los periódicos locales porque - según afirman - son «elementos negativos en la vida social (…), demasiado tacaños para que nos molestemos en darles los buenos días.»[[<155>«A todos», por la redacción, n.1 (10 abr. 1909), 1

[156n.1 (11 nov. 1899), 1

[157Susana Tavera, «La premsa…», art. cit., pag. 88 nota 10, señala que «la comparació amb el nivell de desenvolupament assolit per la premsa obrera europea és altament ilustrativa. A Alemanya i en els primers anys de segle, “els 79 periódics socialdemòcrates, molts d’ells diaris, ja havien superat el milió de subscriptors”» (citando a G. Roth, The Social Democrats in Imperial Germany. A Study of Working Class Isolation and National Integration). Igualmente para el movimiento obrero inglés. Lo que demuestra tanto el escaso grado de desarrollo del sindicalismo en nuestro país en esos años, como la diferente trayectoria del movimiento obrero español en relación al alemán o al inglés.

[158Fraternidad (Gijón), II, 1 (11 nov. 1899), 1

[159n.2 (15 jul. 1886), 1

[160n.1 (1 oct. 1931), 1

[161La Huelga General (Madrid), n.5 (9 mar. 1906), 2

[162La Solidaridad (Madrid), n.20 (28 mayo 1870), 1

[163La Bandera Social (Madrid), n.78 (18 sep. 1886), 2

[164«Introducción», por la redacción, El Porvenir Social (Barcelona), n.1 (21 jul. 1894)

[165n.1 (11 nov. 1908)

[166n.19 (14 dic. 1912)

[167De la precaria vida de los periodistas nos proporciona sustanciosos detalles J.M. Desvois, La prensa, op. cit., págs. 6-8: «Un redactor de talento reconocido cobraba entre 150 y 250´ mensuales, excepcionalmente hasta 500; pero eran más corrientes los sueldos de 50, 75, ó 100´. Eso cuando formaban parte de una redacción, porque los más eran retribuidos por artículo y podían ganar menos aún. Había que ser famoso para cobrar 15 ó 25 por una colaboración. Con el tiempo fue cambiando la situación, pero aún en 1915, en El Noroeste de Gijón, el director no ganaba más que 350´; el redactor jefe 150 y los redactores, de 100 a 125./ Por eso andaban muchos periodistas cerca de la miseria y tenían que recurrir a toda clase de expedientes…» (págs. 6-7)

[168Solidaridad Obrera de Valencia a partir de su reaparición en mayo de 1922 incluía en sus páginas a los componentes del cuerpo de redacción. Cultura y Acción de Elche en su primer número - único conocido - de dic. 1930, insertó en su pag. 1ª los nombres de los que integraban el cuerpo de redacción.

[169La Solidaridad (Madrid), n.1 (15 ene. 1870), 2, insertó los nombres que componían el consejo de redacción, cit., por Flaquer, Rafael, La clase obrera madrileña y la primera Internacional (1868-1874) (un análisis de prensa), Madrid, 1977, pag. 155. En el n.17 (7 mayo 1870), 1, daba a conocer el nuevo consejo de redacción elegido en la asamblea del 17 de abril; Flaquer, pag. 156. De nuevo es sustituido este consejo en la asamblea de julio de la federación madrileña y así queda consignado en su n.29 (30 jul. 1870), 1; Flaquer, pag. 156

[170n.1 (21 abr. 1922), 1

[171n.20 (28 mayo 1870), 1

[172n.1 (11 jun. 1881), 2, cit., por Nettlau, La Première…, op. cit., 348

[173«Aclaraciones. La Propaganda», Acción Social Obrera (San Feliú de Guixols), n.25 (29 dic. 1928), 2

[174n.46 (7 ene. 1916)