Con el final de siglo se manifiesta un creciente deterioro de la situación material de la clase obrera española. La crisis económica provocada por la pérdida de las últimas colonias agravó aún más el problema.
Con el resurgir del movimiento obrero - provocado en parte por las causas antes apuntadas - comienzan también a aumentar los conflictos sociales. Las huelgas llegan a proporciones jamás alcanzadas anteriormente. Generalmente se producían por aumentos de salarios o reducción de la jornada de trabajo [807].
De nuevo renace el mito de la huelga general, frecuentemente teorizado y puesto en práctica por los anarquistas en el siglo anterior. El bienio 1901-1902, fue pródigo en huelgas de estas características. La Coruña, Sevilla, Gijón, Morón y Barcelona las experimentarán, generalmente con resultado adverso.
Los grupos anarquistas se reorganizaron y extendieron por todo el país, constituyendo un factor importante en el nuevo renacimiento del asociacionismo obrero. Se fundaron Centros de Estudios Sociales [808] en muchas localidades con una doble finalidad: aglutinar al mayor número posible de trabajadores organizados por secciones de oficio y servir de centros de enseñanza con objeto de aumentar su nivel cultural.
Además de Barcelona y Madrid, la influencia anarquista se extendió por Asturias, Levante y Murcia, La Coruña y gran parte de Andalucía, con núcleos importantes en Valladolid, Gerona (San Feliu de Guixols y Palamós), Badajoz y el país Vasco.
A medida que la propaganda anarquista se fue extendiendo por toda España [809] fue creciendo paralelamente el interés por su ideario. Se fueron creando grupos anarquistas en todas aquellas localidades donde las inquietudes de los trabajadores y campesinos por mejorar su situación, no solo económica, sino también cultural se evidenciaba con fuerza.
Señala Tuñón de Lara que «resulta difícil distinguir entre asociaciones que admiten netamente los principios anarquistas o anarcosindicalistas y aquellas otras, de simple resistencia, impregnadas de la influencia anarquista (que formaron luego buena parte de la clientela de la CNT) [810].»
Más adelante sigue insistiendo «en el hecho de que al tratar de esta corriente estamos obligados a mezclar los conceptos de organización y de grupo político, es decir, anarquista. [811]»
Creemos que habría que hablar de distorsión, más que de confusión. Analizar los grupos anarquistas con los mismos métodos que si de un partido político se tratase conduce necesariamente a un falseamiento de la realidad. Y si esto resulta cierto en casi toda la historia del anarquismo español, lo es mucho más en el período concreto que estamos analizando.
Los grupos anarquistas de principios de siglo, herederos de las teorías anarcocomunistas de los grupos efímeros, no respondían a estructuras definidas, porque no se dotaban de ninguna. Su cualidad era precisamente su precariedad. Pero al mismo tiempo, estos grupos los formaban trabajadores o campesinos y su flexibilidad les permitía crear asociaciones que eran inmediatamente impregnadas del ideario que nutría los grupos.
Si la Federación de Sociedades de Resistencia - de la que más adelante hablaremos con más detalle - no llegó a cuajar, la explicación hay que buscarla en su adscripción teórica y práctica a formulaciones organizativas que habían ya demostrado su fracaso en la década de los ochenta del siglo anterior.
Por ello creemos que es inútil buscar deslindes - al menos en este período - entre el movimiento obrero de tendencia anarquista y los grupos específicos que los integraban, precisamente porque no se buscaban esos deslindes - como ocurrirá posteriormente con la CNT - ni se veía en esos momentos la necesidad de hacerlo.
El primer periódico anarquista asturiano y el primero de este período, apareció en Gijón en enero de 1899 [¿i.e. 31 de enero de 1898?]. Fraternidad surgió por iniciativa de Isidro Diez de la Torre - «Alma Negra» [812]. Aunque desapareció enseguida, volvería a reaparecer a finales del año siguiente. Fue el núcleo alrededor del cual se fueron desarrollando los grupos asturianos [813]. De igual manera se fue configurando un potente movimiento obrero que llegó a contar con un diario [814].
En Andalucía, La Protesta, instalada en La Línea a partir de 1901 contribuyó de modo eficaz a extender la propaganda anarquista. Pero ya otros periódicos habían empezado la labor propagandística en Cádiz, donde la represión de las décadas anteriores había sido más intensa, pero al mismo tiempo los grupos anarquistas eran más consistentes.
El primer periódico aparecido en esa ciudad fue El Trabajo [815] - año y medio antes de que La Protesta se trasladara a La Línea. Con una participación muy destacada de los grupos anarquistas gaditanos y auspiciado por ellos, colaboraron un amplio plantel de escritores que iban desde Salvochea, hasta la librepensadora Amalia Carvia. Fue El Trabajo un primer jalón en un proceso de desarrollo extraordinario de la propaganda anarquista en Cádiz.
Le siguió La Razón Obrera en septiembre de 1901 que en la práctica fue el portavoz de los fogoneros y marineros, poderosa organización obrera de esa ciudad, la cual, salvo breves momentos de recesión importante, dio muestras de gran vitalidad. Reorganizados de nuevo en 1904, dieron vida a La Voz del Obrero del Mar que desapareció cuando dicha sociedad quedó disuelta dos años después, en julio de 1906 [816].
En la primavera de 1902 apareció El Proletario, órgano y expresión de los grupos anarquistas, aunque como afirmaba José Torralvo, es imposible ser anarquistas en el estado social presente, pero sí «mártires de tan sublimes ideales» [817]. Este periódico se refundió con La Voz del Campesino que se publicaba en Jerez, para sacar a la luz Germinal [818]. Pero no pudo ir más allá del primer número; al igual que su antecesor tuvo que desaparecer por falta de fondos [819].
También se mostrarían muy activos los grupos anarquistas de la provincia. Algeciras, La Línea y San Fernando, participarían en la propaganda periódica con órganos generalmente de vida muy efímera.
En Málaga se organizó una potente Federación de sociedades de resistencia, cuyo órgano en la prensa - Faro de Andalucía - tomó el mismo nombre de la Federación [820].
Este periódico apareció probablemente el 1 de mayo de 1902 [821]. A finales de año los editores se vieron precisados a suspenderlo por falta de fondos [822]. Coincidiendo con el mitin del 1º de mayo del año siguiente tendría una efímera reaparición. La enfermedad de su director, José Mesa, unida a los problemas económicos fueron la causa de su rápida desaparición [823].
Varios años después, los grupos anarquistas malagueños publicaron Nueva Aurora, auspiciado por los nuevos vientos sindicalistas [824]. Venía esta publicación a «resucitar el floreciente tiempo de El Faro de Andalucía, potente Federación de sociedades de resistencia que cobijaba en su seno a casi todo el proletariado de Andalucía. [825]»
Como órganos específicamente anarquistas surgió Aurora en 1905 [826] y un año más tarde, el grupo «Los Iconoclastas» editó La Aurora del Siglo [827].
En Granada se constituyó la Sociedad Obrera «La Obra» que aglutinó a varios millares de trabajadores del campo [828]. En 1903 apareció El Rebelde de muy corta duración.
En Sevilla también comenzaron a publicarse, por parte de los grupos anarquistas, periódicos como Los Tiempos Nuevos a finales de 1902, rápidamente sustituido por La Sociedad Futura [829]. Continuaron las labores propagandísticas en 1904 con la edición de Trabajo, denunciado y obligado a desaparecer por apuros económicos. Verdad que también desapareció en seguida. Igual suerte correría Humanidad [830], publicado a partir de septiembre de ese año y desaparecido antes de que finalizara.
Igualmente Almería y Huelva se sumaron a la propaganda anarquista [831]. únicamente Jaén y Córdoba quedaron al margen en este período. El caso de Córdoba es sorprendente; como señala Díaz del Moral, esta provincia no contó en el siglo XIX con un poderoso movimiento obrero [832]. Con el inicio del siglo la situación cambió radicalmente. El autor antes citado nos relata con minuciosidad, el rápido despertar de la conciencia obrera y campesina en las tierras cordobesas, potenciada por los contactos con los propagandistas de Madrid y Barcelona.
Aunque iniciado el movimiento con gran lentitud en 1901 y 1902 (Córdoba permaneció al margen de la conmoción del bienio 1901-1902), pronto la extraordinaria difusión de las ideas daría sus frutos en 1903. Pero la sola presencia de los propagandistas no justificaría «aquella rapidísima difusión de las enseñanzas ácratas ni la formidable explosión de 1903 (…). La verdad es que los sembradores más eficaces fueron los periódicos y folletos y que a la fecundidad del suelo y a su aptitud extraordinaria para la germinación del anarquismo se debió, más que a nada, la cosecha maravillosa. [833]»
Quizá esto explique también que, a pesar de la agitación que conmovió a la provincia, no apareciera en Córdoba ningún periódico anarquista en este período. Se nutrían perfectamente con los que de forma masiva les llegaban de Madrid y Barcelona.
La crisis agraria de 1905 provocó una rápida decadencia del antes poderoso movimiento [834].
Un poco más al sur, en las Islas Canarias, la organización obrera de carácter y tendencias anarquistas fue impulsada al despuntar el siglo por José Cabrera Diaz [835]. Con la ayuda de algunos núcleos obreros de las islas se creó en Tenerife la Asociación Obrera Canaria formada por la federación de los gremios de oficios.
Como impulsor del asociacionismo y del desarrollo de la organización apareció El Obrero el 8 de septiembre de 1900, «dirigido por el propio Cabrera Díaz, alma y motor de todo el incipiente movimiento asociativo. [836]»
El manifiesto de la citada asociación - aparecido en el n.2 del 15 de septiembre - no deja lugar a dudas en cuanto a su carácter, apoliticismo y tendencias libertarias:
«equivocados los juicios de aquellos que creen encontrar en la Asociación un medio para complacer las exigencias de bastardas pasiones políticas. [837]»
Esta organización desapareció a principios de 1904 por causas muy diversas, entre las cuales la represión a los dirigentes y en particular al periódico El Obrero, serían fundamentales [838].
Este periódico impulsó al mismo tiempo la asociación en Gran Canaria, una de cuyas primeras manifestaciones fue la aparición de El Trabajo en diciembre de 1900 y más tarde la creación de «La Asociación Gremial de Obreros de Gran Canaria [839]». El carácter de estas primeras asociaciones, controladas y dirigidas principalmente por intelectuales pequeño-burgueses [840], hizo que no se formaran líderes obreros capaces de continuar la tarea.
«Por otro lado, los grupos anarquistas gran canarios se marginaron de este intento y se orientaron a la creación de una organización propia, el Centro Obrero, creado a finales de 1902 y que contará con su propio órgano de expresión: El Rebelde (1902-1903) [841]»
La orientación del Centro está claramente definida en el manifiesto que su órgano El Rebelde publicó:
«… pero para que nuestra voz se dejara oír en muchas partes y que nuestras doctrinas redentoras y libertarias se extendieran con mayor facilidad (…) y tengan la amplitud necesaria (…) es (…) por lo que se ha dado a luz este nuevo periódico, órgano de nuestra asociación… [842]»
De este modo se iría consolidando un activo movimiento anarquista en las islas que más tarde daría sus frutos. En 1905 los grupos anarquistas tinerfeños editaron Luz y Vida [843] y algunos años más tardeEn Marcha en la misma ciudad.
Por tierras de Levante, la región murciana fue muy prolífica en este período en cuanto a labor propagandística se refiere. El Obrero Moderno de Murcia y La Fraternidad Obrera de Cartagena, nacieron casi simultáneamente en junio de 1901. Del primero era director José Rodríguez Romero y del segundo Alifa. La evidente influencia anarquista en ambos los convirtieron, en la práctica, en órganos aglutinadores de un poderoso movimiento obrero de esta tendencia en la región murciana. Su vida fue bastante dilatada en ambos casos, a pesar de las denuncias y secuestros que sufrían constantemente [844], lo que prueba que contaban con el apoyo de un núcleo considerable de trabajadores.
En la provincia de Murcia también aparecieron gran cantidad de periódicos, pero en este caso, algunos con una vida muy breve: El Faro del Progreso de Mazarrón, en 1904, órgano de los grupos anarquistas [845]; Humanidad Libre apareció en Jumilla a mediados de 1905. El número 9 fue denunciado y secuestrado y desapareció, pero más de un año después - en enero de 1907 - volvió a aparecer en su 2ª época:
«Somos los mismos y nada prometemos; sabemos que no venimos a llenar un vacío (…) [pero] siempre estaremos al lado de la razón sin importarnos que sea fuerte o débil el que la tenga. [847]»
El movimiento obrero tendría más tarde un extraordinario desarrollo en Cartagena y los pueblos de su cuenca minera, sobre todo La Unión.
Subiendo por el litoral mediterráneo alcanzamos la ciudad del Turia, donde un grupo de mujeres anarco-feministas, iniciaron las actividades propagandísticas con el periódico - órgano de la sociedad femenina de Valencia [848] - La Humanidad Libre. Su propósito era ocuparse de la mujer a la cual «la verdad jamás le ha sido dicha, la ciencia le ha sido negada, la luz de los conocimientos reales de la vida se ha procurado siempre que no penetrase en su oscuro cerebro. [849]»
Colaboradores de esta revista lo fueron un amplio plantel de militantes anarquistas, Teresa Claramunt, Soledad Gustavo, Rosa Lidón, María Losada, etc. Finalizó sus publicaciones casi enseguida [850], aunque se propusieron su continuación y de hecho así lo anunciaron [851].
«Al paralizarse la publicación de La Humanidad Libre campeón que publicaban queridas compañeras de esta localidad, creímos de necesidad algunos amantes de la propaganda que reapareciese tan modesto como valiente defensor de la emancipación de la mujer.»
Pero decidieron que no fuera exclusivamente órgano feminista, sino defensor «de cuantos en esta sociedad sean atropellados, explotados y escarnecidos, sin distinción alguna de sexo. [852]»
Su nombre se convirtió en El Corsario, haciéndose cargo, como sucesor de aquella, de su administración [853]. En este periódico continuaron colaborando las militantes anarquistas a las que antes nos hemos referido, junto a otros muchos. Su director fue José Alarcón [854].
Mantuvo en ocasiones agrias polémicas con El Mercantil Valenciano - diario republicano - «especie de letrina donde se vierten todas las inmundicias del estercolero burgués. [855]»
[¿…?] dio amplio espacio informativo también a comunicados y cartas de los que todavía sufrían presidio por los crímenes de «La Mano Negra» y a la campaña por la revisión del proceso en general. Como era ya norma, fue frecuentemente denunciado y secuestrado y aún así logró superar la barrera psicológica del año de publicación [856].
En el ángulo noroccidental de la Península, en la región gallega, pero básicamente en La Coruña [857] se fue configurando un potente movimiento obrero a partir de finales del siglo pasado. La sociedad de carpinteros patrocinó la aparición del periódico La Emancipación [858], en mayo de 1900, que debió realizar una excelente labor propagandística.
La huelga general de 1901 en La Coruña es prueba patente del desarrollo de la propaganda en esa ciudad, pero al mismo tiempo desorganizó el movimiento e hizo que desapareciera el periódico, denunciado por la autoridad militar que había decretado el estado de guerra [859].
Reagrupadas las fuerzas obreras en 1902 volvió a aparecer el periódico, pero esta vez como órgano de las sociedades obreras [860]. La huelga de metalúrgicos en 1903 y la crisis de trabajo que afectó profundamente a Galicia lo hicieron desaparecer en marzo o abril de ese año, por falta de recursos económicos [861].
Los activos grupos anarquistas de La Coruña iniciaron en agosto de 1904 la publicación del órgano defensor de las ideas libertarias, Germinal y algunos años después - en 1908 - La Acción. Más tarde con la fundación de la CNT, se produciría una revitalización del movimiento obrero de tendencia anarquista y también de los grupos ácratas que se extendieron por gran parte de la región gallega.
Igualmente en Valladolid se mostraron activos los grupos anarquistas, herederos de las secciones de trabajadores de la I Internacional, así como también en Bilbao. Los núcleos de Santander publicaron Adelante con un razonable éxito entre los trabajadores de la ciudad montañesa, llegando a traspasar sus límites locales. Además de una publicación obrera, se propuso ser una revista cultural-sociológica, con valiosas aportaciones teóricas.
No faltaron en este período publicaciones con rancio sabor vitalista heredado de la década anterior. El individualismo stirneriano o en ocasiones fuertes influencias de Nietzsche, impregnaron las páginas de Juventud de Valencia:
«El cretinismo, la renunciación cristiana de la juventud española nos ahoga. Enseñarles a ser fuertes, a ser dignos de vivir, será nuestro primer trabajo. ¿Programa? ¿Para que? Delante tenemos la Vida; detrás los cadáveres que no puedan seguirnos. [862]»
El grupo anarquista «Andalucía Rebelde» de La Línea, lanzó - en el otoño de 1905 - la idea de una publicación que vería la luz en esa ciudad y apuntaban el título de Aurora (para seguir la tradición de la publicación que allí había sido editada años atrás) [863]. Algunos meses más tarde apareció con el título definitivo de Anticristo. Desde un punto de vista ferozmente individualista pretendían acabar con el aspecto místico del anarquismo [864].
La poderosa influencia de Nietzsche se incrustó en cada gota de tinta: «Tampoco venimos a luchar por la Humanidad ni el Bien; éstos como la Verdad y la Justicia únicamente son para nosotros restos redivivos de los muertos fetiches religiosos; hueros fantasmas que en todo tiempo han absorbido la personalidad humana.
Para nosotros no hay más realidad que nosotros mismos; y el mundo que nos rodea solamente es un atributo nuestro o el campo de nuestra actividad a la cual no reconocemos límite ni valla. [865]»
Salvador Rodríguez fue uno de los responsables de la revista y José Rodríguez Romero su director. El acoso de la justicia impidió que fuera más allá de su segundo número [866].
Publicaciones efímeras la mayor parte de ellas, órganos de grupos anarquistas un buen número, alcanzaron, a pesar de todo, a establecer una intrincada red de contactos que constantemente se renovaban. En ningún otro momento se reprodujo este fenómeno. El movimiento anarquista evolucionará hacia formas organizativas cada vez más estructuradas, en un intento de facilitar la consecución del objetivo común.
El nacimiento de la CNT y el posterior estallido de la revolución rusa aceleraron este proceso.