Mucho se ha escrito y posiblemente se seguirá escribiendo sobre las causas del arraigo del anarquismo en España, pero en la mayor parte de los casos se ha hecho de forma negativa. Se parte de la concepción de que el obrero debió haber sido necesariamente marxista [230]. De forma que en lugar de buscar las causas que hicieron posible el arraigo del anarquismo se analizan las que hicieron imposible la implantación del marxismo. Lo cual desemboca necesariamente en un absurdo.
Tradicionalmente se ha dado a la venida de Fanelli a España una importancia desmesurada. No es nuestra intención restarle importancia, pero su sola venida no explicaría el desarrollo posterior de los hechos y la difusión de la ideología anarquista, si no tuviéramos en cuenta al mismo tiempo los contactos internacionales que propició [231].
Opinamos que no ha sido suficientemente valorado el papel que Celso Gomis desempeñó en su obligada estancia en Ginebra después de la fracasada insurrección federalista de 1869 [232]. Al trazar algunas notas biográficas de Juan Felipe Becker a la muerte de éste [233], nos dice Gomis:
«A fines de 1869 pasé a Ginebra con objeto de estudiar a fondo la organización y tendencias de la Asociación Internacional de los trabajadores y quiso mi buena suerte que una de las cartas de recomendación de que iba provisto fuese para Becker.
[…]
Por consejo de Becker empecé a mandar a La Solidaridad, órgano de la Internacional en Madrid, la serie de artículos que determinó la completa separación de esta asociación de la política burguesa y su reorganización sobre una base completamente anarquista, reorganización que desde luego fue combatida por cuantos pretendían reservarse el monopolio de dirigir las masas, ya se llamasen éstas republicanos, ya directores de tal o cual sociedad de trabajadores. De modo que a Becker debemos directamente la introducción del socialismo anárquico en España. [234]»
Aunque su juicio resulte exagerado, no cabe duda que tanto la delegación española al Congreso de Basilea en septiembre de 1869, Rafael Farga Pellicer y Gaspar Sentiñón, donde entraron en contacto personal con Bakunin, como la estancia de Gomis en Ginebra, influyeron de manera importante en la orientación que tomó la Internacional española. Los artículos a que Celso Gomis se refiere fueron publicados bajo el título: «Cuestión palpitante» [235]. En ellos intentaba demostrar la inutilidad de la política burguesa, la injusticia de la sociedad capitalista y la explotación a que el trabajador está sometido. Como medios para combatir este estado de cosas preconizaba la asociación de todos los trabajadores y para ello fue creada la Asociación Internacional de los Trabajadores, haciendo a continuación propaganda de sus medios y sus fines.
1.2.1/ La prensa internacionalista
El período de la I Internacional en España entre 1869 y 1874 ha sido el más favorecido por cuanto se refiere al estudio de la prensa obrera. Pero de entre todos los periódicos el que más atención ha despertado ha sido La Emancipación, según Engels, «la mejor publicación de la Internacional. [236]»
En 1970, Antonio Elorza publicó una selección de textos de dicho periódico [237]. Años más tarde Flaquer hacía lo propio con un estudio de los periódicos internacionalistas madrileños, La Solidaridad, La Emancipación y El Condenado [238]. Últimamente Guereña ha llevado a cabo un análisis de este mismo periódico [239], que Tuñón de Lara califica de modélico [240].
No es nuestra intención juzgar cual es el mejor. Para ello tendríamos que profundizar en aspectos internos de toda la prensa internacionalista y establecer un método de trabajo lo suficientemente objetivo y equilibrado. Nuestro interés se centra en estos momentos en analizar la evolución de la propaganda internacionalista en su primer período y en particular sus periódicos como vehículo de excepción para su transmisión.
La Revolución de Septiembre de 1868 significó entre otras cosas un mayor margen de libertades políticas y una cierta liberalización de la legislación sobre prensa. Esto provocó la aparición inusitada de una gran cantidad de periódicos.
Por cuanto se refiere a las asociaciones obreras, éstas comenzaron a salir del estado de postración en que se encontraban. Todo ello coincidiendo con la venida de Fanelli a España a finales de aquel año y la creación en enero del año siguiente del núcleo organizador de la I Internacional española.
Hasta ese momento, el movimiento obrero participaba de las ideas avanzadas de los demócratas y en algunos lugares, como Barcelona y Levante, estaba estrechamente ligado al republicanismo.
Por ello no es extraño que los dos primeros periódicos que pasarían a formar parte de la Internacional en sus respectivas localidades, La Federación de Barcelona y El Obrero de Palma, apareciesen el primero como órgano del Centro Federal de sociedades obreras el 1 de agosto de 1869 y el segundo como órgano genérico de los trabajadores el 4 de noviembre de ese mismo año, pero ambos teniendo como sustrato ideológico el republicanismo federalista.
Para Rafael Farga Pellicer, director del primero, el paso de la ideología de la clase media a otra diametralmente opuesta no podía hacerse sin traumas y había que tener mucho tacto. En carta a Bakunin fechada el mismo día en que apareció el periódico, escribía: «Por el correo os envío un número del periódico La Federación, órgano del Centro, que de una manera prudente defenderá el socialismo. En España ha habido entre la clase obrera algunos individualistas que ahora ya van batiéndose en retirada. La Federación trabajará activamente para acabar de despreocupar a unos y para convencer a todos de la grande necesidad de ser racionales, socialistas y republicano-federales. [241]»
La íntima vinculación que existió en sus inicios entre el republicanismo federal y el anarquismo ha sido ya señalada por varios historiadores. Gerald Brenan traza unos mapas en los cuales es fácil advertir la extraordinaria coincidencia geográfica entre el arraigo del federalismo y del anarquismo [242].
De todos es conocida la afirmación de que el origen del anarquismo en España se encuentra en las ideas de Pi y Margall, quien a su vez se vio fuertemente influido por las ideas de Proudhon [243]. Federico Urales al trazarnos una síntesis de su evolución política y filosófica lo coloca en el origen:
«"De ahí el que su espíritu ayudado por el ambiente y por los problemas que había planteado el pensamiento moderno, resultase un espíritu creador de anarquistas. [244]»
La Federación - considerado como el primer periódico anarquista - en su aparición proclamaba que «la REPÚBLICA-DEMOCRATICA-FEDERAL es la forma de gobierno que más conviene a los intereses de las clases trabajadoras; forma política necesaria para obtener su emancipación social. [245]»
Lo cual no deja lugar a dudas sobre su posición inicial justificada por Farga Pellicer en base a la imposibilidad de dar un giro radical a los planteamientos ideológicos republicano- federales fuertemente arraigados entre el proletariado catalán.
A pesar de que no hemos tenido ocasión de ver ningún ejemplar de El Obrero de Palma [246], los estrechos contactos mantenidos con el semanario barcelonés, el cual incluía con frecuencia en sus páginas artículos y notas tomadas de aquél, nos permite afirmar que su trayectoria fue similar. Fundado por Francisco Tomás como órgano republicano-federal de los obreros albañiles, fue cedido por éste al Centro Federal de sociedades obreras de Palma, pasando a ser el órgano de la AIT en esta ciudad.
Esto parece confirmar las afirmaciones de Anselmo Lorenzo en sus análisis del papel preponderante en un primer momento del internacionalismo madrileño frente al barcelonés a pesar del mayor núcleo de población obrera en esta última ciudad [247]. Nettlau lo consideraba lógico al tener en cuenta que en Madrid el núcleo organizador podía actuar sin preocupaciones por la ideología al carecer de base obrera previamente influida, mientras que en Barcelona debían actuar con más cautela por tener que trabajar en el seno de asociaciones obreras y colectivos con una experiencia y una tradición previas [248]
Efectivamente fue en Madrid donde apareció el primer periódico como órgano de la Internacional, La Solidaridad [249]. En él se anunciaba ya la aparición del que sería el primer portavoz oficial de la Internacional en España.
Estos tres periódicos al unísono extendieron la propaganda por toda España [251] y potenciaron la creación de secciones de la Internacional por toda la geografía española.
No se hizo esperar la necesidad de un congreso obrero, motivada por el rápido crecimiento de las secciones. Este tuvo lugar - después de larga discusión y de haberse sometido a votación - en Barcelona, entre el 19 y el 26 de junio de 1870, constituyéndose formalmente la Federación Regional Española de la AIT [252].
La importancia de este congreso reside en el hecho de que los aliancistas consiguieron darle un giro antipolítico en contra de republicanos y cooperativistas. Las resoluciones al punto «La Internacional y la polític» entraron en la línea de negación a seguir a los movimientos burgueses y rechazo indiscriminado a todo Estado o forma de poder político, poniendo de esta forma las bases ideológicas del anarquismo español.
Por cuanto se refiere a la propaganda este Congreso dio la pauta a seguir, esbozando una serie de reglamentos para coordinar los esfuerzos tendentes a propagar los fines de la Asociación. En el reglamento típico de Federación Local, en el apartado: «De la propaganda», se incluían los siguientes artículos:
Art. 20: La comisión de propaganda se ocupará de difundir los principios de solidaridad que el Consejo sustenta, en los lugares donde se determine y tanto como alcancen sus fuerzas, procurando fomentar las asociaciones obreras.
Art. 21: Estará encargada de la correspondencia, que recibirá y contestará con conocimiento del Consejo.
Art. 22: El Consejo de redacción del órgano (si lo tiene) de la Federación formará parte de esta comisión.
Se establecía además un reglamento orgánico de siete puntos para la comisión de propaganda [253]
1.2.2/ Solos ante el peligro
La celebración del congreso y la asistencia al mismo de F. Tomás y Miguel Payeras [254], fue la probable causa de la suspensión momentánea de El Obrero que reapareció un mes más tarde con la misma trayectoria, pero como órgano de la federación local palmesana de la AIT. Previamente había pasado a ser órgano de la AIT en marzo.
El cólera acabó con él, casi al mismo tiempo que los internacionalistas bilbaínos sacaban a la luz La Voz del Trabajador [255].
Las condiciones precarias en las que se desenvolvía la Asociación en estos primeros meses hicieron insostenible económicamente La Solidaridad, que se despidió en estos términos:
«A pesar de los esfuerzos hechos por la Federación madrileña para continuar publicando La Solidaridad, se ve en la imprescindible necesidad de suspender por ahora su publicación… [256]»
Simultáneamente desapareció también La Revolución Social que había comenzado a publicarse en Palma - en sustitución de El Obrero - el 8 de enero. Solo se editaron tres números, todos ellos denunciados por la autoridad gubernativa. Como consecuencia F. Tomás fue detenido y encarcelado [257] En esos momentos solo se publicaba La Federación.
1.2.3/ La Solidaridad y La Federación
Del órgano barcelonés decía Arbeloa que «es el mejor periódico de la Internacional en España en los primeros tiempos de su existencia. [258]»
Desde luego fue el de más larga duración y salvo algunos tropiezos de los cuales hablaremos con más detalle, cubrió todo el período hasta la puesta fuera de la ley de la Internacional en enero de 1874, fecha en que fue suspendido.
A raíz del congreso de Barcelona pasó a ser órgano de la Federación local de la AIT y se convirtió en el órgano «oficioso» de la Asociación, publicando gran cantidad de circulares y manifiestos de distintas federaciones o secciones. Junto a ellas trató los temas clásicos del anarquismo que se irían desarrollando posteriormente a lo largo de su historia [259] Combinó los artículos doctrinales, con los de polémica o debate, junto a comunicados más o menos «oficiales». Y por supuesto, concedió espacio privilegiado a la noticia obrera.
Salvando las distancias y con las matizaciones necesarias, puede figurar como el precedente de El Productor de Barcelona y también a más largo plazo de Solidaridad Obrera.
La Solidaridad es muy diferente. Es un periódico «tipo» de una federación local y como tal excesivamente estructurado y rígido. Publicó en su primer número el reglamento por el que había de regirse y el cuerpo de redacción elegido para llevar adelante la publicación [260].
En cuanto a contenido era similar al que hemos apuntado para La Federación. En este periódico Tomás González Morago publicó la que puede ser considerada como primera tentativa de reflexión histórica sobre el surgimiento y posterior desarrollo de la Internacional en nuestro país [261].
Ambos periódicos necesitaban para su sostenimiento el apoyo de los obreros y simpatizantes de la recién creada asociación, clase a la que mayoritariamente iban dirigidos. La Federación contaba con una base obrera amplia que en última instancia fue lo que le permitió - pese a las persecuciones - sobrevivir durante todo el período [262]. Por el contrario, La Solidaridad se encontró casi desde el principio con dificultades económicas difíciles de superar, ya que no dependían de la mayor o menor voluntad de sus redactores en el sostenimiento del periódico, sino en el apoyo de los obreros internacionalistas madrileños que desgraciadamente - en comparación con otras ciudades - formaban un núcleo muy reducido.
Apenas un año después de nacer tenía que ser suspendida la publicación, no sin antes advertir a los lectores: «que La Federación, de Barcelona, [se encargaría] de cumplir todos los compromisos que La Solidaridad haya contraído con sus suscriptores. [263]»
Los sucesos de la Commune de París en marzo de 1871 despertó los miedos y temores de las clases conservadoras. Todas las miradas se dirigieron hacia la Internacional como encarnación en España del «peligro rojo» [264].
Su legalidad se puso en entredicho y dio lugar a acalorados debates en las Cortes [265]. Las persecuciones a la Internacional se intensificaron. Obligaron al Consejo Federal a huir a Lisboa. También los periódicos Internacionalistas sufrieron las consecuencias de esta atmósfera represiva [266].
La Federación fue suspendida por orden del gobernador civil de Barcelona [267] y fue sustituido por El Trabajo durante cuatro números, reapareciendo un mes después. El mayor apoyo obrero a este periódico, al que anteriormente hacíamos mención, no evitó, sin embargo, que se viera en dificultades económicas. En varias ocasiones hubo de reclamar la solidaridad de los internacionales [268] Hasta que la bota de los militares lo suprimió definitivamente en enero de 1874.