Junto a La Tramontana no tardó en aparecer otro periódico, esta vez en Madrid, Revista Social, dirigido por Juan Serrano Oteiza, cuyo programa era mucho más claro y contundente:
«Venimos a propagar las ideas revolucionarias, dando especial predilección a las económicas, sin cuya solución nada hay estable ni posible; debiendo hacer constar que en ciencia sociológica profesamos las ideas más opuestas al comunismo, fourierismo y cooperativismo (permítasenos la palabra), somos, pues, colectivistas [426].»
Insistiendo en sus propósitos decía en otro lugar:
«Somos soldados de una idea; venimos a propagarla y a defenderla en la medida de nuestra inteligencia y de nuestros medios materiales y legales [427].»
Mantuvo firme su ideario en sus cuatro años de existencia e igualmente en su 2ª época - editado esta vez en Sans - y ejerció una saludable influencia sobre La Propaganda de Vigo, el cual evolucionó desde posiciones republicano federales hasta situarse muy próximo al colectivismo anarquista. Con él evolucionó en la misma dirección Ricardo Mella, uno de sus redactores.
Revista Social ejerció en la práctica el monopolio de la información anarco-colectivista, siendo en todo momento el fiel reflejo de la doctrina «oficial» que emanaba de los congresos y de la C.F. En su tercer mes de vida afirmaba que los trabajadores le prestaban decidido apoyo «mirándola, y con razón, como al fiel eco de sus aspiraciones y de sus necesidades. Nuestra campaña va respondiendo a los propósitos que dado el momento histórico nos propusimos [428].»
La Propaganda apareció en Vigo en julio de 1881 con un programa apocalíptico:
«Llegamos al estadio de la prensa en momentos críticos para la libertad de los pueblos. Los déspotas se derrumban con estrépito horrible arrollados por la tempestad, torrentes de sangre tiñen la tierra del Hombre; las víctimas del implacable tirano gimen en la agonía y el clamoreo de los pueblos que demandan justicia y ansían libertad hace estremecer por su base todo el edificio social; es que ha llegado el momento supremo, decisivo; tenemos un volcán a nuestra vista; pronto la abrasadora lava lo inundará todo, estendiéndo por los ámbitos del mundo el terror y la desolación. Tiempo es ya de que los pueblos sean verdaderamente libres, y sin embargo, poderosa valla se opone a su completa emancipación [429].»
Formaba parte de su redacción, Ricardo Mella, republicano federal [430] quien escribió un interesante artículo titulado: «¿Debe o no ser político el obrero? [431]», donde defendía «la política digna y honrada» y más adelante añadía: «Queremos que el obrero sea político, llevando en lo más sagrado de su conciencia estas palabras que, no por desconocer el nombre de su autor, dejan de ser una profunda verdad: La política es la ciencia de hacer felices a los pueblos.»
A partir de la polémica que sostuvo con Revista Social, en diciembre de 1881, sus posiciones se fueron decantando imperceptiblemente hacia el anarco-colectivismo [432]. Pero todavía publicó un largo trabajo «A un obrero socialista revolucionario [433]»firmado por R(icardo) Mella, en el cual afirmaba:
«Pues bien seamos claros y dejémonos de rodeos; no encubramos nuestra ideas con frases más o menos hábiles. Declaremos terminantemente que el obrero debe tomar parte en la política, que el obrero debe auxiliar al partido Republicano Federal que es el que lleva enhiesta la bandera del progreso y de la libertad.»
Entre el n.22 - 1 ene. 1882 - y el n.29 - 16 abr. - se produjo un cambio radical. La publicación debió suspender por algunas semanas, aunque ignoramos los motivos [434]. Al reaparecer, lo hizo como 2ª época, con el subtítulo cambiado y defendiendo de forma decidida tanto el colectivismo anarquista como el apoliticismo. Lamentablemente no poseemos los números intermedios y es difícil conjeturar como se llevó a cabo el cambio de tendencia del propio periódico y de Ricardo Mella. ¿Influencia directa de Juan Serrano Oteiza? ¿Radicalización de las posiciones por causa de la represión gubernativa? De momento dejemos abierto el interrogante.
El Hijo del Trabajo apareció en Pontevedra aproximadamente un año después que La Propaganda, cuando éste ya había adoptado tendencias claramente anarco-colectivistas. Probablemente surgió auspiciado tanto por este periódico como por Revista Social y desde sus inicios defendió los mismos principios:
«Venimos sosteniendo en estas columnas la unión de la clase obrera con el fin de aislarnos de ciertos elementos que nos explotan; venimos apoyando el colectivismo para conseguir una autonomía regeneradora… [435]»
Estos tres periódicos, junto a El Trabajo de Málaga [436], formaron una piña que defendió en bloque los principios anarco-colectivistas y la trayectoria pública y legal de la FTRE, definida a través de sus congresos.
Sus planteamientos eran tan semejantes que parecían estar conectados estrechamente. Cuando Revista Social lanzó el grito de alarma por la identificación que la burguesía establecía entre «La Mano Negra» y la Federación de Trabajadores, La Propaganda hizo lo propio, denunciando las arbitrariedades que por este motivo se cometieron. Esto le valió la denuncia y el secuestro del número 75 y multa de 30 duros [437]. Este nuevo percance significó su desaparición definitiva.
El Trabajo de Málaga vino seguramente a la palestra para contribuir a la campaña de propaganda por las comarcas del Sur.
En el único número conservado hay un interesante artículo: «A los trabajadores del Campo [438]» en el que se exponían las tesis del colectivismo anarquista recientemente aprobadas en el congreso de Sevilla y se trazaba un esquema organizativo de la Federación Regional Española y también de lo que ellos denominaban «Federación Agrícola Industrial» constituida por un «vasto sistema de crédito mutuo y gratuito» [439].
Otros órganos locales surgieron a lo largo y ancho de la geografía española propagando estas ideas [440]. Revista Social fue, con gran diferencia, el periódico que más difusión alcanzó y el de más larga tirada. Habría que llevar a cabo una investigación minuciosa para averiguar en detalle su distribución fuera de Madrid. No obstante podemos afirmar sin temor a equivocarnos que el mayor número de lectores se encontraba en Cataluña [441], seguida, con toda probabilidad, de Andalucía [442].
Su presupuesto de gastos, excluida la redacción, que nada costaba, exigía la colocación de 4000 ejemplares puntualmente pagados. Según el administrador, del primer número tenían colocados 2700 ejemplares [443].
Pero el éxito superó las previsiones más optimistas y en algunos números se llegó a alcanzar la tirada de 18000 ejemplares:
«Después de la pérdida de las 18000 revistas del número 64, se nos ha venido encima el secuestro y denuncia del número 68, en su consecuencia estamos por segunda vez procesados… [444]»
El periódico desapareció por disensiones internas [445], unidas a acusaciones de malversación de fondos por parte de Vicente Daza y Pedrote [446], los cuales, según propias declaraciones, fueron expulsados de la Federación por este motivo [447].
La desaparición de Revista Social nos da una idea aproximada de la crisis interna de la FTRE [448]. Las acusaciones de Daza y Pedrote [449] se dirigían al autoritarismo de algunos que habiéndose apoderado de la Federación Regional la manejaban a su antojo [450].
En toda su trayectoria, Revista Social defendió enérgicamente su ideario. En «Nuestra actitud» [451] arremete contra el resto de la prensa que entre otras cosas le acusaba de ser el único que defendía ideas antipolíticos. Después de una sucinta explicación de sus ideas, concluye:
«Queremos y propagamos todo lo expuesto, porque somos colectivistas, una vez que colectivismo es: El conjunto de todo lo cierto y práctico de las escuelas individualistas y comunista, resumen acabado de cuantos programas ha realizado la ciencia sociológica.»
En «Nuestra política [452]» definían los objetivos y los medios. El primero armonía universal, deslindándose del Paraíso terrenal de la Iglesia u otras religiones, basada en la justicia sin clases ni diferencias económicas, estableciendo una esencial diferencia entre la propiedad colectiva de los medios de producción y la posesión individual de los frutos del trabajo.
Los medios, la Autonomía, el Pacto y la Federación, asentados en la Propiedad Colectiva que es el principio justo de la Propiedad.
«La Política demoledora» [453] - una especie de variante de lo que posteriormente se denominaría Acción Directa - era definida como «aquella cuyos resultados son útiles y beneficiosos a la clase trabajadora», estando basada en el principio fundamental del Progreso y «que no es en definitiva sino una línea de conducta tan variable como lo permitan las circunstancias y las necesidades lo exijan, y modificable a cada instante, en la forma, según que el período que se atraviese sea normal o anormal.»
Siguiendo su línea de pensamiento, explican por último «Sus consecuencias - La Revolución [454]», en el que tras hacer balance de la propaganda, que resulta positivo por la rapidez con que las ideas han prendido en toda la geografía española, aumentando la conciencia del trabajador, argüía que la consecuencia de todo ello sería la Revolución. Sin embargo, matizaba su concepción de la misma para evitar malos entendidos:
«Revolución no es motín, no es pronunciamiento; no es una asonada… Revolución es educar al ignorante (…) dar conciencia al oprimido, inteligencia y vigor al explotado, inculcándole la idea de que ni hay Providencia divina que le redima ni Estado que le salve, ni Redentor que desinteresadamente trabaje por su emancipación y que ésta no llegará jamás si él no procura alcanzarla por si mismo… [455]»
Seguía dando detalles de lo que entendía por Revolución, pero lo importante estaba dicho.
Como órgano «oficioso» de la FTRE, adoptó frente a los sucesos de «La Mano Negra [456]» la posición oficial, manifestada con rotundidad en el congreso de Valencia. Allí se desautorizó a aquella y a todos los que estuvieran a favor de sus métodos.
Una de las más graves acusaciones que se le dirigieron a la C.F. fue la de haber identificado estúpidamente a los trabajadores que no estaban de acuerdo con ellos, con actos individuales determinados, que tuvieron lugar entre trabajadores organizados y pertenecientes a la Federación Regional Española, dando lugar a que las cárceles se llenaran de inocentes, torturados para que declararan lo que no podían saber [457].
Los sucesos de «La Mano Negra» pusieron a la FTRE ante el dilema de hacer un viraje radical de tendencia, con el consiguiente peligro de escisiones y desmembramiento que hubieran significado su fin o mantenerse firmes en sus posiciones legalistas que, si bien fueron aceptadas por la mayoría, introdujeron el germen de una crisis latente que acabaría por llevar a la Federación al mismo fin que se había intentado evitar.
No conocemos en detalle las causas de la desaparición de Revista Social [458], pero probablemente fue consecuencia de la crisis abierta en el seno de la redacción.
La comisión federal y los colaboradores de Juan Serrano Oteiza - los mismos que publicarían meses después Bandera Social - intentaron desplazar a aquel de la dirección del periódico. Pero al no conseguir sus propósitos hicieron todo lo posible por hacerlo desaparecer [459].