Paulatinamente la propaganda anarquista a través de su prensa iría afianzándose desde finales de siglo, después del tremendo descalabro que supusieron los procesos de Montjuic.
En algunos casos este resurgir iría asociado a iniciativas personales. En otras respondería a la mayor cohesión de los grupos que le prestaban su apoyo. Pero en cualquier caso, a la prensa periódica se sumaría también la edición de libros y folletos en forma masiva, lo cual proporcionaría, generalmente, una mayor cobertura y la posibilidad al mismo tiempo de extender el campo de acción de la propaganda.
Lamentablemente aumentarían al mismo tiempo las polémicas personales y los enfrentamientos entre sectores libertarios.
Una de las empresas editoriales que más importancia llegó a alcanzar fue la patrocinada y gestionada por la familia Urales. Por diversos motivos, amplios sectores del movimiento ácrata español manifestaron sus críticas contra sus componentes.
En parte motivado por estas críticas, en parte por causas de diversa índole, a finales del año 1904 deciden retirarse de la prensa anarquista. A partir del 1 de septiembre de ese año iniciaron la publicación del Suplemento a La Revista Blanca (2ª serie). Desde el número siete, en un extenso apartado titulado: «Las ideas y los hombres. Un cáncer en el anarquismo español», explican los motivos de su retirada, manteniendo al mismo tiempo desagradables polémicas con el sector anarquista de Antonio Apolo y su periódico El Rebelde; con Leopoldo Bonafulla y El Productor; con José Prat y Natura; con Camba y otros sectores anarquistas [758].
Incluso se llegó a escribir, por un grupo de anarquistas de Barcelona, un folleto titulado: «La caida de los ídolos», en el que se tachaba a Urales de dictador y absorbente [759].
Con menos fortuna algunos grupos de Barcelona crearon sus propias editoriales, trabajando en diferentes sectores de la propaganda: El Productor en el espacio anarco-societario; Natura en el espacio filosófico-cultural; Salud y Fuerza en el espacio - hasta entonces inédito -del neo-malthusianismo y la eugenesia.
5.2.1/ Las empresas editoriales de la familia Urales
De todas las empresas editoriales anarquistas, la primera que se inició y la que más éxito tuvo fue, sin ningún género de dudas, la que emprendieron Federico Urales y su familia.
Encartado Juan Montseny en el proceso de Montjuic - fue detenido en Reus el 15 de junio, ocho días después del atentado - permanecería bastantes meses en la cárcel [760]. Desde la prisión, algunos de los detenidos - entre los que se encontraba el que había de adoptar el seudónimo de Urales por el que realmente se le conoce - hicieron llegar noticias al exterior de las torturas y las irregularidades procesales a que se les estaba sometiendo.
Las voces de protesta que empezaron a dejarse oír desde algunos medios de información, movieron al gobierno a deportar al extranjero a una parte de los acusados. Desterrado en Londres no tardaría en regresar clandestinamente a España con el decidido propósito de iniciar una campaña por la revisión del proceso. El 28 de noviembre de 1897 llegaba a Madrid [761].
Dicha campaña se inició en El Progreso - periódico fundado y dirigido por Alejandro Lerroux - el 13 de enero del año siguiente [762]. Pocos meses después Urales decidió continuar la campaña por su cuenta editando su propia revista [763].
Así nació La Revista Blanca, que tanta importancia iba a tener en el movimiento anarquista español [764], inaugurando la serie de revistas y periódicos que la familia Urales editó con bastante profusión a lo largo de su vida.
No es este el lugar para desarrollar un análisis del pensamiento de Federico Urales o de su compañera Soledad Gustavo [765]. Con todo no cabe duda que sería interesante un estudio a fondo de la personalidad del primero, tan controvertida casi siempre. Parecía que tenía un don especial en crearse enemigos por doquier [766]. Independientemente de su megalomanía - incluso si ésta es la raíz de la misma - nadie puede poner en duda que llevó a cabo una grandiosa labor de propaganda anarquista. Y este aspecto es el que aquí nos interesa.
El éxito alcanzado por la revista [767] decidió a sus creadores la edición de un suplemento semanal que recogiera las noticias obreras y llevase el peso principal de las crónicas societarias y la información laboral [768]. De este modo se descargaba a la primera de este aspecto de la propaganda y podía dedicarse de lleno a su cometido específico.
No fue - ni creemos que nunca lo pretendiese - una revista teórica, con planteamientos ambiciosos. Una plataforma desde la que desarrollar las bases de una teoría anarquista, enfocándola desde diferentes ángulos. Fue fundamentalmente una publicación de crítica anarquista. Con pretensiones modestas de divulgación de las corrientes de pensamiento más avanzadas en aquellos momentos en sociología, arte y ciencia (tal como rezaba el subtítulo) y también en literatura. Pero sucederá - al igual que en otras revistas anarquistas de parecidas características - que aún sin pretenderlo de una forma expresa, se desarrollaría una particular forma del pensamiento anarquista y consecuentemente los rudimentos de una teoría en proceso de gestación.
Con el fin de que tuviera un cierto prestigio, al mismo tiempo que servían un poco como tapadera, Urales se agenció la colaboración de intelectuales reconocidos, como Unamuno, Dorado, etc. [769].
La campaña al fin dio sus frutos y los encartados que todavía quedaban con vida fueron deportados a Inglaterra. A renglón seguido inició sendas campañas en favor de los condenados de Jerez (1892) y de «La Mano Negra» (1882). A estas campañas se sumó Tierra y Libertad [770] - nombre que había adoptado el suplemento a partir del n.141 del 25 enero 1902.
A pesar de las dificultades que ello entrañaba, en agosto del año siguiente se transformó en diario, incorporando a su redacción a Antonio Apolo y Julio Camba [771]. El volumen de la información lo hacía necesario. Salvando innumerables denuncias, secuestros y otras dificultades - entre las cuales las económicas no fueron las menos - se publicó cotidianamente hasta finales de ese mismo año [772].
Seguiría todavía su trayectoria durante más de medio año hasta su traspaso a las manos de los grupos anarquistas madrileños, los cuales iniciaron una nueva etapa, mucho más ligada a la línea que en esos momentos seguía el movimiento. Al suspender su publicación diaria, Apolo y Camba iniciaron la edición de El Rebelde, periódico anarquista de combate que se sumó casi inmediatamente al sector de oposición a la familia Urales.
Estos ataques que prácticamente recibía de todas partes, indujeron a Urales a abandonar los medios periodísticos anarquistas a finales de 1904 [773]. La Revista Blanca la dejó en manos de Anselmo Lorenzo y Tierra y Libertad la puso en las manos de Abelardo Saavedra, regente de una escuela laica en Madrid y en las de Francisco G. Sola, redactor de ambos periódicos [774].
Estos constituyeron el grupo «4 de mayo», quien se encargó con más o menos fortuna de este periódico. Dos épocas más aparecieron en Madrid [775]. En manos de este grupo fue modificando imperceptiblemente su estructura y sobre todo su trayectoria. Nuevos grupos se sumaron para prestar su apoyo. En Barcelona se constituyó uno de igual nombre al de Madrid, que pasó a formar parte de la redacción [776].
Cuando en Madrid la situación se hizo insostenible [777], se tomó la determinación - de común acuerdo con el grupo de Barcelona - de trasladarla a la ciudad condal. Esta decisión tendría unas repercusiones - imprevisibles en ese momento - muy favorables a la propaganda anarquista.
5.2.2/ Los grupos anarquistas de Barcelona
En Barcelona los grupos anarquistas no comienzan a dar señales de vida hasta 1901 [778]. Romero Maura lo atribuye a una mayor atmósfera de libertad:
«En 1901, por primera vez en mucho tiempo, los anarquistas disfrutan en Barcelona una libertad casi completa para organizarse. En una reunión de 13 grupos libertarios catalanes, se decide acelerar la entrada de elementos ácratas en las sociedades de resistencia, para evitar que los socialistas se apoderen de ellas. Se crea una comisión de propaganda y queda acordada la creación de un nuevo periódico. Así nace El Productor… [779]»
Los intentos del gobierno Silvela en 1899 para adecuar la política del gobierno a la realidad del país, desde el punto de vista conservador, causaron más expectación que resultados prácticos produjeron. Nuevas fuerzas sociales habían entrado en liza - sobre todo en Barcelona la no desdeñable del catalanismo. El movimiento obrero se recuperaba planteando de nuevo sus eternas reivindicaciones, usando con largueza del arma de la huelga. Esto obligó al gobierno a legislar sobre algunos aspectos de la realidad social en un intento de frenar su desarrollo revolucionario.
El anarquismo más que «disfrutar de una libertad casi completa», estaba inmerso en esa realidad social, a la cual prestaba su apoyo y de la que recibía parte de su energía.
De nuevo será Gracia - esta vez ya convertida en un barrio de la populosa ciudad - el foco de irradiación inicial de la propaganda anarquista. Leopoldo Bonafulla y Teresa Claramunt, componentes del grupo "El Productor", aglutinaron en su torno una serie de iniciativas que tuvieron como resultado una incipiente empresa editorial [780].
El periódico se sumó de inmediato a las campañas que desde Madrid había emprendido la familia Urales, aunque sin tanta efectividad, ni medios periodísticos.
Contribuyó a reorganizar el movimiento obrero barcelonés y sufrió en numerosas ocasiones los rigores de la represión policial. Las sospechas y rumores que se fueron tejiendo alrededor de Bonafulla [781] enturbiaron momentáneamente el panorama, pero las aguas volvieron lentamente a su antiguo cauce.
Progresivamente nuevos grupos anarquistas se sumarían a la labor propagandística. Al unísono, nuevas tendencias y corrientes ideológicas en el seno del anarquismo se manifestaron. Natura - aparecida en octubre de 1903 - sería la expresión de grupos directamente interesados por aspectos culturales de muy diversa índole:
«No habrá para nosotros ni una patria material ni una patria mental. No serviremos ningún género de exclusivismos. Es demasiado grande, demasiado amplio, en realidad, sin límite, el horizonte del querer y del saber humanos para satisfacernos, pobres mendigos, con las migajas sobrantes del inmenso caudal de los conocimientos y del enorme excedente de las actividades que la voluntad mueve e impulsa. [782]»
De parecidas características que La Revista Blanca, le separaba un interés expreso de profundizar en determinados aspectos de la teoría social del anarquismo. Sobre todo por los estudios de Ricardo Mella - uno de sus principales inspiradores junto a José Prat. La división que se produjo entre importantes núcleos anarquistas precipitó la desaparición de tan señalada revista [783].
Algunos grupos - como «Verdad» y «Constancia» - se propusieron llevar la propaganda anarquista sin mixtificaciones, siguiendo una línea abierta por los grupos en años anteriores. En definitiva se proponían "hacer anarquistas". Por su iniciativa apareció El Libertario en 1903, inaugurando una serie de periódicos de características muy similares a los editados en la década anterior: vida efímera y contenido netamente anarquista. Fuertemente radicalizados, estos grupos esgrimían la propaganda a cara descubierta. Consecuencia lógica sería su supresión y su inmediata sustitución por otro con distinto nombre [784].
No faltaron tendencias neo-malthusianas. Luis Bulffi y el grupo «Salud y Fuerza» - editor de la revista del mismo nombre - llevaron a cabo una extraordinaria labor de propaganda por una maternidad consciente y limitada [785]. Sus intentos de introducción del neo-malthusianismo en España se tropezaron con la oposición de los poderes públicos [786] y de una parte del movimiento anarquista [787].
Tampoco se echaron en falta las tendencias catalanistas, en un intento fallido de conciliar anarquismo y catalanismo [788].
Por último el traslado de Tierra y Libertad de Madrid a Barcelona en noviembre de 1906 cumplió dos funciones esenciales en el seno del anarquismo barcelonés: unificó los objetivos de los grupos que se aglutinaron en su torno, por un lado y por otro sirvió de coordinación y enlace entre los mismos. Desde el punto de vista ácrata jugaría un papel parecido a Solidaridad Obrera con respecto al sindicalismo revolucionario. Su desarrollo polarizaría los esfuerzos de los grupos anarquistas hacia un objetivo común. Progresivamente se iría convirtiendo en el depositario de las teorías anarquistas, consolidando de esta forma un prestigio como punto de referencia obligado. Aunque nunca llegó a convertirse en diario, pese a los esfuerzos que se hicieron [789], es indudable que en cierto modo sirve de barómetro para medir el grado de cohesión y fuerza alcanzado por el movimiento anarquista.
Su aparición en Barcelona fue saludada con estas palabras:
«Falta hacía aquí un periódico de seriedad que contrarrestara brioso los cínicos desplantes y la irrupción morbosa del noticierismo político-mercantil… [790]»
Sin embargo, su consolidación no se produciría de forma inmediata. A un año de la aparición en la capital catalana, el grupo «4 de mayo» se lamentaba de las dificultades que encontraba para su publicación. El déficit aumentaba a cada número y si nuevos grupos no le prestaban su apoyo acabaría por desaparecer [791].