Ya hemos señalado en otro lugar [403] los problemas que se plantean al analizar las relaciones que se establecieron entre anarquismo y nacionalismo en Cataluña. Intentaremos ahora estudiar, desde este punto de vista, uno de los periódicos más representativos, de entre los pocos que se publicaron en lengua catalana, de esta tendencia.
La Tramontana tuvo una continuidad y extensión tan dilatada que resulta excepcional dentro del periodismo anarquista. Salvando denuncias, agresiones [404], suspensiones [405] y otros obstáculos, logró sobrevivir 16 años, con 717 números publicados.
Casi inmediatamente después de la subida al poder de Sagasta en febrero de 1881, con la consiguiente ampliación del régimen liberal, se dio a la publicidad un «prospecte» anunciando la próxima salida del semanario. No deja de resultar paradójico que el primer periódico de tendencia anarquista que comenzó a publicarse después del período de clandestinidad estuviera escrito en idioma catalán. Fue además el primer periódico anarquista escrito en esta lengua. Sin embargo sus especiales características hicieron que no ejerciera una influencia lo suficientemente sólida como para hacer más frecuente este tipo de periódicos.
Su inspirador fue Josep Llunas [406], natural de Reus, obrero tipógrafo, afiliado a la Internacional a raíz del congreso obrero de 1870. Participó activamente en la reconstrucción de la Internacional española en 1881 y asistió como delegado al 2º congreso celebrado en Sevilla en 1882, defendiendo con gran convicción sus principios colectivistas [407].
No poseemos datos precisos de su tirada, pero es de suponer que no fuera muy grande al estar limitado por razones lingüistas al área de Cataluña y Levante. De todos modos alcanzó una gran popularidad en Barcelona donde tenía, como es lógico, su mayor núcleo de lectores. Pero ésta no le vino solo por su carácter anarquista, sino que combinó en sus páginas la resuelta defensa del anarco-colectivismo, con la propaganda del librepensamiento, el anticlericalismo y un acercamiento cada vez mayor a la masonería, sin olvidar, por supuesto, la defensa de la nacionalidad catalana [408].
Se imprimía en la tipografía «La Academia» de Evaristo Ullastres - quien al mismo tiempo era propietario del semanario - donde se confeccionaban la práctica totalidad de los periódicos anarquistas que aparecieron en Barcelona en aquellos años [409]. En su primer número, seguramente para evitar malos entendidos - lo cual es bastante significativo - decidieron salir al paso de posibles acusaciones de separatismo, por estar escrito en catalán: «desd’ara protestem de totas las acusacions que de separatistas poguessen tildarnos» [410].
Sin embargo, las críticas de ciertos sectores anarquistas al periódico en general y a Llunas en particular, no se fundaron en esta ocasión - como ocurrirá en otros casos - en el empleo de la lengua, sino en la orientación del semanario y en la particularísima concepción que del anarquismo tenía su director. Este formó parte de las primeras C.F. elegidas y ya hemos visto la defensa que del anarco-colectivismo hizo en el congreso de Sevilla [411].
Pero a raíz de los sucesos de Andalucía adoptó una postura de radical oposición al empleo de la violencia, sin analizar o discriminar si los hechos que se juzgaban eran o no ciertos. Dentro de la postura «oficial», que rechazó sin contemplaciones dichos sucesos, favoreciendo en cierto modo la acción represiva del gobierno, Josep Llunas y «La Tramontana» se colocaron en una posición extremista. Esta se iría acentuando aún más en años sucesivos, durante los cuales fue adoptando, cada vez con mayor claridad posturas librepensadoras y anticlericales, llegando a la contradicción de denunciar los atropellos del poder a los periódicos de esta tendencia [412] y condenando sin paliativos los sucesos de Jerez del año 1892 [413]. Previene además a los trabajadores sobre la obra de ciertos agitadores que aprovechando la tensión provocada por aquellos sucesos, intrigaban para llevarlos por terrenos poco convenientes [414].
Su oposición a la violencia quedó bien patente a lo largo de toda su trayectoria:
«Suponer que haya anarquistas conscientes capaces de patrocinar la difusión de sus ideas por medio de la dinamita, es tan absurdo como concebir un naturalista creyendo a pies juntillas la leyenda bíblica… [415]»
Aunque esto no evitó que sufriera sus consecuencias [416], ha sta llegar a la definitiva desaparición, no sin antes manifestar una vez más su rechazo de la violencia a propósito esta vez, de la bomba de Cambios Nuevos:
«… Si l’autor o autors de tan repugnats fets pretenen encubrir sa bojeria o vilesa baix la capa d’unas ideas que ni entenen, ni practican, ni coneixen, ni estudian, sapigan y entenguin qu’els honrats partidaris d’ellas els escupen à la cara per tornarlos l’agravi d’ells rebuts al voler d’aquest modo destruir l’humanitat… [417]»
Pero el punto de fricción más fuerte se produjo cuando Josep Llunas, que había ya manifestado sus ideas sobre anarquismo en diversas ocasiones [418], publicó un estudio sobre «los Partits socialistas espanyols» [419]. Su tesis principal consistía en afirmar la necesidad de un partido socialista por el Estado y autoritario, pero altamente revolucionario, no contrario al anarquista, sino separado de él en sus actos como partido, algo así como una especie de puente y de acicate al mismo tiempo para alcanzar el triunfo, un obstáculo que estimulara. Fue El Productor [420] el primero en salirle al paso, fundando su crítica principalmente - de modo lógico - en lo absurdo que resultaría potenciar partidos que obstaculizaran la marcha hacia el triunfo, cuando se daba, además, la circunstancia de que éstos nacen ya de forma espontánea, cubriendo los huecos que quedan entre lo que se va y lo que viene por acomodo.
Parece quedar claro que la posición anarco-nacionalista de Llunas en unas circunstancias tan difíciles - política, social y económicamente hablando - estaba condenada a fracasar. De hecho tuvo pocos continuadores y sin la trascendencia que llegó a tener La Tramontana. Por otro lado la confluencia del pensamiento anarquista con la masonería y el librepensamiento, en ciertas regiones de la filosofía social, sufriría un terrible desgarramiento con los procesos de Montjuic.
El siglo XX se abriría en España, en el plano político- social, con las consecuencias del desastre que auspició a un sector determinado del republicanismo. Pero en esta ocasión la confluencia con el anarquismo no se produjo en el pensamiento, sino en aspectos mucho más prosaicos: el del oportunismo político.
3.1.1/ El Chornaler
Mucho más insólito aún que La Tramontana resulta el caso de El Chornaler. Fue el primer periódico anarquista que se publicó en Valencia y casi el único que lo hizo en la lengua del país [421].
Inició sus publicaciones poco después del congreso de Valencia de 1883, como órgano «oficioso» de la federación local de esa ciudad y en todo momento se mantuvo fiel a las directrices oficiales marcadas por Revista Social.
En su primer número declaraban:
"Ahí van, pues, dirichits els nostros esforzos, à destruir totes eixes inmoralitats é inchustisies en que está basá la actual societat, à plantechar la verdadera moral y chustisia per tots los ambits de la terra (…) Nosatros desde les modestes columnes d’este periòdic els secundarem (als obrers), hasta ahon alcansen les nostres forses, defenent y propagant els principis de Anarquia, Federasió y Colectivisme."
Y terminaba con la típica frase la La Internacional:
«Compañeros: la redensió dels treballadors ha de ser obra dels treballadors mateixos. [422]»
Todavía la crisis estaba localizada en sectores reducidos y aparentemente nada parecía hacer sombra a la todavía poderosa FTRE, después de que la tempestad que provocó el caso de «La Mano Negra» hubiera remitido.
Precisamente en su artículo «Anarquia» [423], haciendo un repaso de la excelente trayectoria de la organización aludía - en nota a pie de página - al caso de La Autonomía [424] dándolo por liquidado, ya que fue desautorizado en el congreso que la UTC celebró en Montellano [425], por considerar que estaba auspiciado por reaccionarios que fingiéndose anarquistas pretendían introducir el desorden.
Estuvo dirigido por Joaquim Payá y en sus páginas se publicaron los documentos oficiales de la FTRE de Valencia, junto a multitud de poemas en valenciano y acerbas críticas a la vida burguesa.
Su estilo, en general, era ligero y desenfadado, con algún toque de humor propio de la huerta valenciana.
Su objetivo - al igual que otros órganos locales de la FTRE, publicados en aquellos años - fue extender la propaganda del anarco-colectivismo en las comarcas levantinas.