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Introducción al análisis

I.1/ La prensa como medio de difusión de las ideas: El desarrollo de los medios de comunicación

La propaganda anarquista utilizó, desde el primer momento, todos los medios a su alcance y lo hizo - de forma más o menos consciente - con una perspectiva que abarcaba todos los elementos conocidos integrándolos en un proyecto social, propio de su elaboración teórica y de su actividad práctica.

Principalmente oral fue la transmisión del ideario que los primeros núcleos de Madrid y Barcelona recibieron. Con este mismo método iniciaron los internacionalistas madrileños sus campañas propagandistas en favor de la recién creada Asociación Internacional de los Trabajadores de la Región Española.

Anselmo Lorenzo - uno de los primeros iniciados - nos relata con minuciosidad, resaltada con pintorescas pinceladas, los primeros actos públicos que aquellos jóvenes, con más entusiasmo que dotes oratorias, llevaron a cabo en la calle de Embajadores, en el paseo de Atocha o en las reuniones de la Bolsa [18]. Eran los inicios - heroicos - de un proceso que conocería a lo largo de los años una extensión sin precedentes.

A la propaganda oral, pronto se sumaría la propaganda escrita [19] - manifiestos, periódicos, volantes, folletos, libros, etc., serían editados casi sin interrupción desde entonces - y ambas, posibilitarían la trasmisión de las ideas que sustentarían un movimiento amplio y variado, cuyo sustrato principal permaneció inalterado a pesar de las transformaciones y oscilaciones que sufrió a lo largo de todo su proceso de desarrollo: su decidida voluntad de transformación social y su oposición franca a toda forma de gobierno.

La prensa obrera posee la característica de ser un medio directo y regular de transmisión de ideología, cualidad que comparte con el resto de la prensa tanto política como de información general. Pero a diferencia de ésta abrió surcos inexplorados en el campo de la información: por primera vez se dio preferencia en un periódico a la noticia de carácter obrero - huelgas, mítines, manifestaciones, comunicados, etc. Se abrió la posibilidad de un intercambio de ideas entre grupos que antes permanecían aislados; potenció la discusión y la polémica posibilitando el avance teórico; sirvió de base de sustentación a una intrincada - en algunos casos - red organizativa [20]. Y por último - pero no por ello menos importante - sirvió para que el obrero tomase conciencia de sí como clase y valorase su fuerza dentro del conjunto social.

Pero para que todo esto fuera posible era necesario que previamente se hubieran desarrollado los medios que proporcionaron una infraestructura adecuada a las nuevas condiciones.

Forzando mucho las cosas se ha querido remontar el periódico hasta la antigüedad [21], pero fue la invención de la imprenta lo que lo posibilitó y le dio la base técnica necesaria para su desarrollo. La noticia manuscrita precedió a la impresa y coexistió con ella durante un tiempo, cobrando todavía importancia en momentos de férrea censura [22].

Con la invención de la imprenta por Gutenberg a mediados del siglo XV, se inició un proceso de revolución en las ideas favorecida por la aparición del principal medio de difusión de las mismas.

Los anarquistas dejaron constancia de esta importancia cada vez que se les presentaba ocasión para ello. Anselmo Lorenzo calificaba de oscuros los tiempos anteriores a su invención: «Todo era ignorancia, superstición, inmoralidad.» [23]. Hasta que su aparición cambió radicalmente las cosas: «La imprenta es el punto de apoyo que buscaba Arquímedes, el componedor la poderosa palanca que ha de remover el mundo… [24]»

En el mismo sentido se expresaba El Revolucionario - periódico anarco-comunista que se publicaba en Gracia - al definirla como «verdadera palanca de Arquímedes para el perfeccionamiento humano. [25]» Todas estas opiniones tenían un denominador común que las identificaba: su inquebrantable optimismo en el indudable progreso que significaba la posibilidad de la transmisión de ideas a los lugares más apartados. Para ellos esto significaba, indefectiblemente, el triunfo de las ideas de justicia y la imposición de la verdad sobre la falsedad. Ni una sombra de duda se observa en sus opiniones; ni el más leve asomo de incertidumbre se desliza en sus escritos:

«De un subterráneo de Maguncia salió la piedra angular de las revoluciones… [26]» La invención de la imprenta había significado levantar un baluarte en defensa de la razón y la verdad.

Pero si ésta significó de inmediato la posibilidad de imprimir libros y folletos extendiendo de modo paulatino el interés por la lectura de los mismos y generalizando sus ventajas. Estas tuvieron que ceñirse a los límites que suponían las restricciones técnicas de distribución o los obstáculos impuestos por el elevado índice de analfabetismo. En principio, esto supuso que su acceso solo fuera posible a un núcleo bastante restringido

El nacimiento del periódico como vehículo transmisor de noticias de forma periódica hubo aún de esperar un tiempo. Su generalización no sería posible hasta que otros medios de comunicación - los transportes - no estuvieran suficientemente desarrollados para permitir un constante flujo de noticias y al mismo tiempo una posibilidad de distribución suficientemente sólida.

En efecto, el antecesor del periódico, las hojas volantes impresas conteniendo noticias, fueron el primer recurso periodístico. No obstante, no desplazaron de inmediato a las hojas manuscritas que - como ya hemos apuntado - coexistieron con aquellas durante un período bastante dilatado. A la facilidad de su confección, unían la ventaja de no estar sometidas a ningún tipo de censura. Esto les permitía competir en buenas condiciones con los impresos, ya que la imprenta se introdujo en muchas ciudades con cierta lentitud y casi siempre controlada por los poderes fácticos, los cuales ejercían una estrecha vigilancia en el tipo o el tono de las noticias [27].

Según Steinberg [28], el periódico en su sentido estricto nace a comienzos del siglo XVII en Alemania, difundiéndose poco después a Inglaterra, Holanda y Francia. El nacimiento del periódico diario puede situarse un siglo más tarde, en Londres, con el establecimiento de postas regulares que posibilitaron la transmisión rápida de noticias y el afianzamiento de la periodicidad regular diaria. En Francia habría que esperar a 1777 para ver surgir el primer diario [29]. Unos años antes había aparecido en España, Diario noticioso, curioso-erudito, comercial, público y económico, considerado el primer diario español [30].

El desarrollo de los transportes era condición indispensable para que las comunicaciones se extendieran. En España fue la exigencia de las áreas periféricas - más industrializadas - para intensificar sus intercambios comerciales con el interior, el factor que precipitó el desenvolvimiento y la extensión de los transportes.

En 1815 se fundó en Cataluña la «Compañía de Reales Diligencias». Pronto unirían a Barcelona con Valencia, Madrid y otras poblaciones [31].

En 1840 se fundó - también en Barcelona - la «Sociedad de Diligencias y Mensajerías de Cataluña» [32].

Pero este desarrollo debía ir acompañado necesariamente de una mejora en la infraestructura vial muy descuidada en el reinado de Fernando VII. En 1868, la red de carreteras se elevaba, en España, a 18800 km, 9500 de los cuales habían sido construidos en el reinado de Isabel II.

No obstante fue mucho más importante el ferrocarril, cuyo primer tramo - como es bien sabido - fue el de Barcelona- Mataró inaugurado el 28 de octubre de 1848. A éste le seguirían Madrid-Aranjuez (1851) y el de Langreo (1855) [33].

En 1868, las más importantes capitales españolas quedaban unidas por ferrocarril.

En total más de 7000 km de líneas férreas. Solo Galicia quedaba privada de red ferroviaria.

Paralelo al desarrollo de los transportes, a la prensa le era necesaria la extensión de lo que Almuiña llama «medios de comunicación secundarios» [34].

Principalmente el correo, dado que sin su servicio sería inimaginable pensar en un suficiente acopio de noticias o en una distribución que franquease los límites naturales de la localidad en la que se editaba el periódico [35]. Esta dependencia entre uno y otro - sobre todo en lo que afecta a la frecuencia - es absoluta. Hasta el punto que los diarios no empiezan a generalizarse y tener una importancia efectiva hasta el establecimiento del correo diario [36].

En España este servicio mejoró progresivamente desde mediados del siglo XVIII. Sin embargo el correo diario no se establecerá hasta 1843, fecha en que se enlaza diariamente con Francia. Catorce años después los puntos de España que tienen correo diario (es decir que se comunican diariamente con la capital de su provincia y con Madrid) son muy numerosos [37].

Sucesivas reformas en los gastos de franqueo de los periódicos, con el fin de abaratar los costes y facilitar su distribución culminaron con la que se introdujo a partir del 16 de mayo 1871. Su precio quedó establecido en 3 ptas. por cada 10 kg. de peso y 1 céntimo de peseta por cada número suelto. Estos precios permanecieron invariables durante todo el resto del siglo XIX [38].

El telégrafo tendrá una utilidad más relativa durante los primeros años de su puesta en servicio. Naturalmente nos referimos al telégrafo eléctrico. Obviamos el sistema óptico, porque no tuvo prácticamente ninguna incidencia en la prensa. Transmitir señales visuales entre dos puntos más o menos cercanos se había estado haciendo desde la antigüedad. De todos son conocidas las señales de humo entre los pieles rojas o, en la Grecia clásica, la transmisión de señales por medio de antorchas [39]. Pero el llamado telégrafo óptico se desarrollaría considerablemente con la Revoluciona Francesa. No obstante su uso estaría casi exclusivamente reservado a necesidades bélicas, por ser un sistema excesivamente caro y con pocas utilidades civiles.

La expansión de los ferrocarriles daría impulso al desarrollo del telégrafo eléctrico que haría desaparecer de inmediato al óptico por sus indudables ventajas sobre éste [40]. Su utilidad no quedaría reservada al ejército, sino que encontraría inmediatamente utilidad civil, a lo que habría que añadir un coste menor en su instalación, junto a un mejor funcionamiento.

En Inglaterra se introdujo en la década de los 30 de la anterior centuria. En España lo haría a comienzos de la década de los cincuenta.

La ventaja más importante para la prensa reside en la mayor velocidad de transmisión de la información y en un aumento del volumen de esta. Con todo, el uso que se haga de este medio dependerá del tipo de periódico, de su presupuesto y de otras consideraciones que en cada caso serán diferentes.

Pero no todos opinaban que el telégrafo reportaría ventajas a la prensa. F.G.D., publicó a finales de la década de los ochenta un artículo apocalíptico [41], en el cual trazaba con oscuras pinceladas un trágico destino para aquella, «la civilización la asesina por la espalda; la prensa muere a manos del telégrafo. Se muere de electricidad. La obra de Morse vencerá a la obra de Gutemberg (…) La era de los periodistas ha concluido, y empezado la del corresponsal especial, la del hilo especial, la del cable especial.» Continúa el autor desarrollando sus hipótesis futuristas - no todas exentas de razón, es cierto - a la que se irán sumando nuevos inventos que acabarán con este o aquel aspecto de la prensa. «Pero, ¿y más adelante? ¡Ah señores! Periódicos intersiderales, diarios republicanos en Saturno y conservadores en Júpiter, y posibilistas en Venus y reformistas en las estrellas; La Ilustración Taurómaca, revista astronómica por entregas, que nos dispararán a cañonazo limpio… [42]. Pocas innovaciones se introdujeron en el arte de imprimir durante los tres primeros siglos. A finales del siglo XVIII, Stanhope construyó una prensa de acero, la cual posibilitaría una mayor rapidez de impresión [44]. Su extensión por Europa fue casi inmediata.

De todos modos para el desarrollo del periódico era absolutamente necesaria la introducción de algún tipo de energía mecánica y la sustitución del sistema de impresión tradicional por medio de superficies planas. El primero lo proporcionó la máquina de vapor, el segundo la rotativa que permitía la producción en serie y una velocidad en la impresión considerablemente mayor [45].

La técnica del huecograbado, desarrollada a finales del siglo pasado, utilizada sobre todo en revistas, permite obtener una calidad en la impresión mucho mayor, sobre todo en lo que se refiere a fotografías e ilustraciones [46].

Actualmente se está introduciendo cada vez más la técnica de impresión conocida como offset. En ella se elimina el «tipo» y se le sustituye por una plancha o cilindro de cinc donde se ha reproducido un original. Empezó a ser utilizado a principios de siglo por las imprentas comerciales, pero su generalización todavía tardaría algunos años.

Los anarquistas contaron en sus filas con una parte importante de trabajadores del ramo de la tipografía. Esto les permitió, en ocasiones, tener acceso a conocimientos precisos sobre las técnicas de impresión y sus posibles innovaciones. En otras los periódicos se hacían por encargo sin intervención directa en su composición. Solo en muy contados casos contaron con imprenta propia. En el caso de los diarios, habría que esperar a la II República para que Solidaridad Obrera primero y más tarde también CNT dispusieran de rotativa propia. Esto tenía la ventaja indudable de abaratar los costes, además de poder intervenir directamente en la composición y agilizar la impresión.

Todos los elementos estaban dispuestos para propiciar la propaganda anarquista, porque sabían «que la importancia del periódico y del libro es inmensa, tanto que al impreso más que a nada se debe la gigantesca evolución que transformó la conciencia individual y colectiva. [47]»


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[18El proletariado militante, Alianza, Madrid, 1974, pags. 56 y sgs.

[19El primer documento «oficial» de la Internacional española fue el manifiesto que, fechado en Madrid el 24 de diciembre de 1869 y dirigido a los trabajadores, exponía, a grandes rasgos, los propósitos de la Asociación al mismo tiempo que hacía un llamamiento a aquellos a quienes iba dirigida para que se sumasen a la misma.

[20Creemos que es justa la importancia que Tuñón de Lara, El movimiento obrero en la historia de España, Taurus, Madrid, 1972, pag. 151 (cit., por Guereña, J.L., «Introducción al estudio…», art. cit., pag. 149), concede al periódico obrero. Nuestro desacuerdo se centraría en el hecho de considerarlo únicamente «un factor de carácter organizativo». Si hablamos de organizaciones estructuradas según un esquema jerarquizado puede ser cierto, pero en el caso de una estructura organizativa por grupos, el periódico es causa y efecto a la vez. Por una parte puede contribuir a la creación y consolidación de una red organizativa sustentada a través del mismo. Pero por otra el periódico surge a su vez como necesidad de expresión de organizaciones que en ocasiones se consideran espontáneas en la ignorancia de las causas que la hicieron surgir

[21Georges Weill, El periódico, Uteha, México, 1979, pag.1, citando a Joseph Victor Le Clerc, Los periódicos entre los romanos, publicado en 1838

[22Id., pag. 4 y sgs.

[23¡La Imprenta!, por A.L. La Asociación (Barcelona), VIII (22 feb. 1885),3, reproducido en La Idea Libre (Madrid), n.4 (28 mayo 1894), 2

[24Ibid.

[25n.1 (10 sep. 1891), 3

[26La imprenta, por T.R., La Luz (Barcelona), n.11 (16 ene. 1886), 7

[27Weill, op. cit., pag. 4 y sgs., nos ofrece una síntesis de los comienzos del periódico. Vease, también, S.H. Steinberg, Cinque secoli di stampa, Einaudi, Torino, 1962, pags. 195 y sgs.

[28Op. cit., pags. 197

[29Este retraso fue motivado por la férrea censura que se imponía en el país, vid., Steinberg, op. cit., pag. 203

[30Fue obra de F. Mariano Nipho, al igual que otros muchos de esa época, vid., Saiz, Mª Dolores, Historia del periodismo en España. 1. Los orígenes. El siglo XVIII, Alianza, Madrid, 1983, pags. 132 y sgs.

[31Vives, Vicens, Historia económica de España, Bacelona, 1969, pag. 616

[32Ibid.

[33Id., pag. 618. Vid., así mismo, Jordi Nadal, El fracaso de la revolución industrial en España, Ariel, 1975, pag. 158. Independientemente de si la introducción del ferrocarril en España estimuló o no la industria del hierro (Nadal lo llama la mayor de las ocasiones perdidas refiriéndose al fracaso de la revolución industrial en España)

[34Correos, telégrafos y teléfonos. Op. cit., pag. 129

[35Ibid.

[36Id., pag. 130

[37Ibid.

[38Id., pags. 144-147

[39T.K. Derry; Trevor I. Williams, Historia de la Tecnología. Desde 1750 hasta 1900 (II), Madrid, 1987, pag. 913

[40Id., pags. 916

[41«El fin del periodismo ¡antes de diez años!», La Asociación (Barcelona), n. XLVI (30 jun. 1887)

[42Ibid.]»

En el último cuarto del siglo XIX aparece el teléfono, pero su generalización no se producirá hasta el siglo XX. Con respecto al telégrafo, reúne una serie de ventajas que lo convierten en insustituible y en algunos casos desplazó totalmente a aquél. La transmisión de información se puede realizar de una forma directa y con mayor rapidez aún.

La informática ha preparado ya el terreno para una radical transformación en los sistemas de comunicación, pero su estudio cae fuera de los límites de este trabajo.

La prensa anarquista necesitó utilizar el servicio de correos, tanto para el acopio de noticias mediante la correspondencia, como para su distribución fuera de la localidad en que el periódico se editaba. El uso del telégrafo ya no estuvo tan generalizado y únicamente en casos excepcionales se incluía un telegrama que había llegado de algún punto poco usual. Solamente los escasos diarios que se publicaron antes de 1936 hicieron uso sistemático del mismo, sobre todo a través de noticias de agencias o de corresponsales. Igual podríamos decir del teléfono. Pero en este caso tuvo un uso mucho más generalizado a toda la prensa anarquista a partir de la II República.

En cuanto a las técnicas de impresión, éstas se basaron principalmente - en los primeros tiempos - en los caracteres móviles, la prensa a brazo, la tinta y el papel[[<43>Mª Dolores Saiz, op. cit., pag. 94

[44Ibid.; T.K. Derry; Trevor I. Williams, op. cit., pag. 946

[45Derry y Williams, op. cit., pag. 950

[46Martín Aguado, José A., El periódico y sus fundamentos tecnológicos, Madrid, 1981, pag. 77 y sgs., donde se expone detalladamente la técnica de impresión del huecograbado

[47«Aquí estamos», La Acción (La Coruña), n.1 (11 nov. 1908), 1