El catalanismo que, al igual que el anarcosindicalismo, estaba alcanzando una influencia considerable, comenzó a manifestarse en noviembre de 1918 en demanda de autonomía para Cataluña. Los hechos revistieron una cierta gravedad, pero como afirma Meaker:
«ambos (el rey y Cambó) estaban menos alarmados a causa del regionalismo, cuyos hombres y motivos eran fáciles de comprender que por el sindicalismo, que apenas podía entenderse. [1136]»
La campaña nacional de propaganda cenetista que se había iniciado en diciembre - decidida en el Congreso de Sants y auspiciada por el Comité de la Regional catalana - principalmente por tierras de Levante y Andalucía, contribuyó a aumentar el miedo de la burguesía ante el espectro sindicalista.
Con el fin de cortar radicalmente la agitación, el gobierno encabezado por Romanones, tomando como justificación los alborotos producidos en Barcelona por los catalanistas, suspendió las garantías constitucionales en Barcelona y provincia el 17 de enero de 1919 y en toda España a partir del 25 de marzo [1137].
Muchos militantes cenetistas fueron encarcelados, entre ellos Salvador Seguí, Manuel Buenacasa, Tomás Herreros, etc. La redacción de Solidaridad Obrera - exceptuando a Pestaña que logró escapar [1138] - fue detenida y el diario, sin causa que lo justificara, fue suspendido [1139]. Tierra y Libertad había corrido su misma suerte desapareciendo dos días antes.
El diario confederal ya no volvió a salir en Barcelona - salvo un breve lapso de varios días en noviembre de ese mismo año [1140] - hasta marzo de 1923, mas de cuatro años después. El periódico se seguiría publicando clandestinamente (sobre todo a raíz del conflicto de «La Canadiense» que comenzó a principios de febrero), pero de forma muy precaria [1141].
Ante esta situación, agravada más tarde con la huelga de la compañía eléctrica y la huelga general, se estudió la posibilidad de trasladar el diario a otra ciudad donde hubiera menos dificultades. En una reunión se tomó el acuerdo de que esta ciudad fuera Valencia [1142].
En Barcelona dejaron de aparecer periódicos anarquistas y anarcosindicalistas durante cuatro años [1143]. Las garantías constitucionales continuaron suspendidas hasta abril de 1922 - salvo dos cortos períodos electorales en 1920. La CNT se vio acosada por la represión de los gobernadores civiles y la policía.
Este estado de semiclandestinidad fue el caldo de cultivo de los pistoleros al servicio de la patronal y de los sindicatos libres, los cuales podían obrar casi impunemente en contra de los anarcosindicalistas. A su vez favoreció el surgimiento de grupos de acción cenetistas para oponerse a aquellos [1144].
En esas condiciones, la propaganda de las armas se impuso al arma de la propaganda.