El restablecimiento de las garantías constitucionales en 1922 había encontrado una CNT maltrecha y muy desorganizada, como ya hemos visto. En Barcelona los trabajos de reorganización estaban dando buenos resultados, pero era urgente la necesidad de disponer de órganos de prensa y por tal motivo se decidió el traslado de Solidaridad Obrera que continuaba publicándose en Valencia con grandes dificultades. Después de más de cuatro años sin prensa obrera confederal en Barcelona, el 6 de marzo de 1923 volvía de nuevo a la luz pública el diario de los trabajadores en su quinta época [1313].
La redacción y administración se instaló en la calle conde de asalto, 58, imprimiéndose en los talleres de «Solidaridad Obrera» de San Pablo, 95, cuyo propietario - Martí Barrera - ejercía al mismo tiempo las funciones de administrador del diario [1314].
Su primer director fue - al parecer - Liberto Callejas, el cual fue sustituido por Hermoso Plaja designado por la Asamblea de Granollers - celebrada el 31 de diciembre - para este cometido [1315].
Dos meses antes había iniciado Solidaridad Obrera sus publicaciones en La Coruña como órgano de la Confederación Regional Galaica. Ya hemos hecho antes alusión - al hablar de la de Valencia - de la sensible pérdida del órgano oficial de los sindicatos gallegos. De los 156 números que al menos se publicaron solo han llegado hasta nosotros cinco o seis y además dispersos en varios archivos. Es evidente que con este material poco podemos decir del mismo; sin embargo estamos en condiciones de asegurar que el primer número vio la luz el 6 de enero de 1923 [1316]. Su primer director fue José Suárez Duque hasta su muerte ocurrida el 17 de septiembre de ese mismo año en que fue sustituido por Ricardo García, siendo éste confirmado en un Pleno Regional celebrado en La Coruña el 27 de enero de 1924 [1317].
Esta fue una de las pocas publicaciones anarco-sindicalistas que pudo soslayar la dictadura, continuando su labor, aunque como las demás que habían sobrevivido, sometida a la previa censura militar que blanqueaba habitualmente sus columnas.
El 18 de enero del año siguiente un Pleno de la Regional gallega, celebrado también en La Coruña, decidió el traslado del Comité Regional a Santiago y con él se trasladó también Solidaridad Obrera. Fue nombrado secretario del Comité, Manuel Fandiño y se designó a Ezequiel Rey para dirigir el periódico [1318].
El número 88 del 21 de febrero de 1925, fue el primero que apareció en esa ciudad. En él decían:
«Solidaridad Obrera consecuente con los postulados de la Confederación Nacional del Trabajo, seguirá sus tareas de constante lucha en defensa del proletariado y de la Confederación Regional de Galicia de la que viene a ser su órgano oficioso. [1319]»
Debió tener el mismo fin que El Despertar Marítimo de Vigo y Acción Social Obrera de San Feliu de Guixols. A partir del julio de 1927, Martínez Anido, que había sido nombrado por el dictador subsecretario de Gobernación a los pocos días del golpe de Estado, decidió intervenir personalmente y suspendió, casi simultáneamente, los últimos voceros anarco-sindicalistas que todavía se publicaban.
También antes que en Barcelona apareció Solidaridad Obrera de Sevilla en su segunda época [1320]. Se editaba bisemanalmente y aunque no sabemos la fecha exacta de su desaparición, podemos asegurar sin temor a equivocarnos que no resistió el golpe de Estado.
El diario catalán, por el contrario, si pudo soslayarlo [1321]. Pero a costa de entrar en una vorágine que implicaría a la organización catalana y al propio diario. No es este el lugar para analizar si fue la dictadura la que acabó con la CNT o fue la crisis interna que se desencadenó la que provocó, en última instancia, su disolución [1322].
La Federación Local de Barcelona en vistas de la presión policial a que estaban sometidos los sindicatos, acordó por mayoría la autodisolución el 5 de octubre [1323]. A esta decisión se opusieron algunos sindicatos, entablándose una batalla dialéctica en favor o en contra de la misma [1324].
Enfocar este problema desde el punto de la legalidad carece absolutamente de sentido. Con las garantías constitucionales suspendidas sine die la única legalidad era el sometimiento a las disposiciones dictatoriales, que tendían a establecer un estrecho control sobre las organizaciones obreras, especialmente sobre la CNT. El resultado era un restringido margen de actuación, pero suficiente para ir eliminando progresivamente a los militantes más destacados [1325].
Parece mucho más correcto enfocar el problema desde el punto de vista de la lucha por el control ideológico de la CNT, planteada desde la adhesión provisional de esta organización a la III Internacional en 1919. La minoría comunista, mejor estructurada que los grupos anarquistas, podía desplegar un determinado tipo de acción mucho más eficaz con vistas a controlar el aparato sindical. Si no cubrieron estos objetivos, al menos consiguieron que ciertos presupuestos fueran asumidos por los grupos a fin de contrarrestar la influencia comunista. Entre ellos la creación de una Federación Nacional Anarquista, después de que fuera intentada sin éxito en numerosas ocasiones. Al mismo tiempo, estos fallidos intentos comunistas de hacerse con el control ideológico de la CNT en los primeros meses de la dictadura, fueron el catalizador que precipitó la lucha ideológica posterior entre anarquismo y sindicalismo, presente durante todo el período y que llegaría a alcanzar durante la II República caracteres dramáticos con la escisión trentista.
Pocos días después de que la Federación Local decidiera su autodisolución, el diario Solidaridad Obrera era suspendido [1326]. Ya no volvió a reaparecer hasta el 24 de noviembre. Ignoramos quien tomó la decisión de que apareciera de nuevo, pero el Comité Regional debió influir en ella. Decía el periódico en este número:
«Cumpliendo un compromiso contraído con los trabajadores de la región, compromiso sagrado para nosotros, aparecemos nuevamente a la luz pública para defender los intereses de clase comunes a todos los explotados (…) Nosotros desde aquí, bogaremos continuamente, sin cansarnos jamás porque la organización sea lo que fue, para que nuestra personalidad sea tenida en cuenta y se nos respete por nuestra fuerza y cohesión.»
La fracción comunista se apresuró a contraatacar sacando a la luz el diario Lucha Obrera el 4 de diciembre. Según Elorza, apareció para «cubrir el vacío creado por la controversia sobre el cierre y la actitud frente a la Dictadura. [1327]»
Este diario contó con la colaboración de tres anarquistas: Antonio Amador, José Viadiú y Felipe Alaiz. Estos dos últimos habían sido, hasta su suspensión, redactores de Solidaridad Obrera [1328]. Aproximadamente un mes duró esta experiencia financiada casi totalmente por el sindicato de la metalurgia [1329].
El 8 de diciembre se celebró un Pleno en Mataró, en el cual se ratificó la continuidad del diario Solidaridad Obrera y zanjó provisionalmente la cuestión al acordar la reapertura de los sindicatos.
La subsiguiente Asamblea de Granollers - celebrada el 30 de diciembre - designó al nuevo equipo de redacción del periódico, uno de cuyos componentes fue Manuel Buenacasa [1330].
Sin embargo, su continuidad se vio truncada el 29 de mayo de 1924. El ajusticiamiento del verdugo de la audiencia de Barcelona sirvió de pretexto para clausurar los sindicatos y suspender el diario. Hermoso Plaja - que seguía siendo su director - lo relata así:
«Un día de julio (aquí la memoria falla), ya éramos objeto de persecución por parte de la policía, y habíamos de confeccionar el periódico sin acercarnos por la redacción, fue ajusticiado el “verdugo”. Cuando nos dirigíamos a la imprenta para presenciar la final compaginación del diario, el compañero Moreno, conserje de los talleres, nos avisó de que la policía estaba efectuando registro en la imprenta. Tuvimos el tiempo escaso para evitar la “redada”. Al día siguiente el periódico no vio la luz. Su suspensión duró hasta 1930. [1331]»
Efectivamente esta cabecera tardaría más de seis años en reaparecer; sin embargo unos meses después, el Comité Regional decidió modificarla y sacar a la luz un semanario con el título de Solidaridad Proletaria, «porque hacía falta un órgano en la prensa para salir al paso de injurias y calumnias de ciertos elementos… [1332]»
En la lucha ideológica que se entabló en el seno de la CNT bajo la dictadura, sobre todo en Barcelona, el periódico jugó un papel fundamental y esta fue la misión principal de este semanario [1333].
Su redacción se instaló en Mataró, en la calle Carlos Padrós, 11, 1º, pero la imprenta siguió siendo la misma: «Cosmos», de Martí Barrera.
Sus apuros económicos fueron constantes y también los llamamientos a los trabajadores para su sostenimiento, porque «la defensa de los trabajadores está encomendada al periódico, ya que otras actividades les están prohibidas [1334]». Ignoramos si fueron éstas u otras las causas que acabaron con él. El Comité Regional lo suspendió con estas palabras:
«Por un cúmulo de anomalías de orden general creadas a este Comité, se ve en la forzosa necesidad de suspender nuestro semanario Solidaridad Proletaria, temporalmente; y a la mayor brevedad, se pondrá en conocimiento de toda la organización de Cataluña todas cuantas causas han influido a este Comité para tomar tan seria determinación. [1335]»
En este año 1925 hizo su aparición en Gijón la cuarta época de la ya mítica cabecera [1336]. Tanto la redacción como la imprenta fueron las mismas que ya hemos señalado en etapas anteriores.
En este caso - como en tantos otros - los problemas económicos no pudieron ser superados. En el último número que conocemos - el 43 del 14 de mayo de 1926 - se da un aviso a los paqueteros, ya que "el periódico está en sus «postrimerías» solo por la contumacia de unos cuantos (…) que se empeñan en darle guillotina y a fe que lo logran [1337].
A las dificultades propias de la prensa confederal y anarquista - de índole económica principalmente, pero no solo - vino a sumarse el proceso de descomposición que vivió la organización por causa de la presión dictatorial. El periódico - si llegaba a publicarse - podía convertirse - como de hecho así fue en muchos casos - en una trampa mortal para sus redactores o editores que generalmente daban con sus huesos en la cárcel.
Solo hubo dos publicaciones anarquistas que lograron sobrevivir al período de la dictadura y ambas curiosamente, nacieron al mismo tiempo en junio de 1923: Generación Consciente, transformada más tarde en Estudios y La Revista Blanca.