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Introducción al análisis

I.3/ Medios de financiación de la prensa anarquista

En el siglo XIX una empresa periodística podía constituirla una sola persona. Fundaba el periódico y al mismo tiempo era de su propiedad. Ocupaba el cargo de director, era redactor único y se encargaba de su reparto [74].

Eran épocas artesanales en las que confeccionar un periódico era poco menos que una obra de arte. En estas condiciones había muy poca diferencia entre la prensa obrera y la burguesa.

A medida que el capital se fue introduciendo la fisonomía fue cambiando de modo perceptible. A finales de siglo era ya corriente encontrarse con empresas periodísticas respaldadas por un capital fuerte. Como consecuencia el éxito de la empresa periodística iba a depender a partir de entonces en gran medida de su respaldo financiero.

En el caso de los periódicos diarios con muchísima más razón. Se hablaba de empresas, «por ser éste el tipo general del periódico moderno y con el único molde económico de subvenir hoy a las grandes exigencias de una publicación diaria [75]». Debemos tener en cuenta, además, que «a medida que los medios de comunicación de masas se van complejizando la importancia de la base empresarial es cada vez más decisiva para un correcto funcionamiento de estos medios. [76]»

La prensa obrera, en cambio, sufriría pocos cambios por lo que se refiere al marco económico. En ningún caso podemos hablar, con propiedad, de empresa periodística, si con ello entendemos una entidad financiera que le confiere su fisonomía y le aporta los medios económicos necesarios para su desenvolvimiento.

La prensa obrera - y con ella la anarquista - tanto si era órgano de expresión de un grupo, sociedad o sindicato, debía procurarse sus propios medios económicos para su supervivencia.

Aunque es difícil saber con precisión cuales eran las vías de recaudación de fondos para mantener vivas las publicaciones anarquistas o anarcosindicalistas, podemos establecer tres principales fuentes de ingresos y algunas otras secundarias en orden a su importancia.

En ausencia de publicidad que era en definitiva el único ingreso verdaderamente saneado para la prensa en general [77], la principal fuente de ingresos eran las ventas a través de corresponsales y paqueteros. Le seguía en orden de importancia las suscripciones a individuos, organizaciones y sindicatos y por último los donativos y las ayudas solidarias que en muchos casos salvaban a un periódico de su desaparición definitiva [78].

Como ingresos secundarios figuraban las ventas directas a particulares. En ocasiones también se editaban postales o folletos con el fin de recaudar fondos, etc.

Aunque en algunos momentos - en las publicaciones cenetistas - se llegó a disponer que una parte de la cuota del afiliado fuera destinada a enjugar el déficit de un periódico o se creó una cuota extraordinaria con el mismo fin. Esto afectó casi exclusivamente al diario Solidaridad Obrera y se llevó a cabo en casos excepcionales [79].

La precariedad económica de los periódicos anarquistas era constantemente señalada por sus redactores:
«… Ya comprenderán nuestros compañeros que las publicaciones obreras viven deescasos fondos, pues los trabajadores, faltos del dios metal que personifica a la sociedad no podemos darles la vida que deseamos de todo corazón. [80]» Pero la necesidad de la lucha exigía su aparición a pesar de que los obstáculos fueran muy grandes:
«… los obreros fundamos nuestros periódicos para combatir a nuestros enemigos y patentizar nuestras aspiraciones./ Estos nacen siempre en lamentable estado de anemia (…) Unos hombres desinteresados lo cuidan con amorosa solicitud y según lo ven crecer, así crece en ellos la voluntad de luchar y el deseo de vencer. [81]»

O también:
«Por tercera vez sale Fructidor, siempre con bríos y deseos de luchar. Los que lo redactamos, somos obreros que no contamos más que con nuestra buena voluntad. Materialmente no disponemos de más dinero que el que nos pueden enviar los compañeros que compran el periódico. [82]»

Y al obrero precisamente - como es lógico - iba dirigida la prensa obrera y anarquista. Se daba la circunstancia de que a su analfabetismo - fuerte obstáculo para la adquisición de un periódico - se unía su escaso nivel de ingresos - en ocasiones por debajo del mínimo considerado vital. Estas eran las barreras más importantes que se oponían a la expansión de la prensa obrera. Y también a que su economía fuera saneada.

No estará de más lanzar una rápida ojeada histórica a la evolución de los salarios y el nivel de vida de la clase obrera desde la I Internacional.

Según los estudios de Tuñón de Lara [83], entre 1868 y 1885, son generalizadas las jornadas larguísimas (hay diferencias de unos a otros oficios, pero lo normal eran 12 horas e incluso más). En los años finales se observa una ligera tendencia al acortamiento de jornada.

Los salarios (con apreciables diferencias regionales) oscilaban entre 6 y 12 reales por término medio (había jornales menores, sobre todo en el campo andaluz y también mayores, centrados en el ramo de la tipografía y en algún sector de la metalurgia) [84].

Las estimaciones del coste de la vida varían según qui en las elabora y los ingredientes que introduzca. En la dieta obrera no entraba generalmente la carne, salvo ocasiones excepcionales. Esta se basaba en pan, patatas, legumbres y verduras, principalmente. De todos modos de estas estimaciones se deduce que el salario del obrero apenas llegaba para cubrir sus necesidades vitales de comida, vestido y vivienda.

Este bajo nivel de vida se veía agravado por el índice de paro que era bastante considerable y aumentó en los últimos años de este período, debido a la crisis textil catalana [85].

A partir de aquí las condiciones de vida del trabajador irán mejorando paulatinamente, al mismo tiempo que la jornada de trabajo se iría acortando hasta que oficialmente sería decretada la jornada de ocho horas en 1919.

Esta alza de salarios reales es un factor casi constante hasta 1914 [86]. Los precios se mantuvieron en una relativa estabilidad hasta que en el invierno de 1913 a 1914 se «disparan». [87].

Las consecuencias de la I guerra mundial en España se empezaron a notar a partir de finales de 1915, con un alza del coste de la vida que afectó brutalmente a la clase trabajadora, empeorando sus condiciones.

Resumiendo podemos decir que los obreros en general peribían salarios insuficientes para cubrir sus necesidades vitales. Los campesinos - especialmente los jornaleros andaluces - se encontraban en peor situación. Estas condiciones mejorarían muy lentamente a lo largo de todo el período estudiado.

Es comprensible que en estas circunstancias dedicar una parte del escaso salario a la compra de periódicos resultara un sacrificio [88], incluso considerando el bajo precio de los mismos que se mantuvo siempre a unos niveles mínimos, muy poco por encima del precio de coste.

Por ello algunos grupos se plantearon repartir gratuitamente la publicación, buscando la financiación por la vía del donativo y de la aportación voluntaria.

A nivel financiero, un periódico anarquista para poder subsistir desahogadamente y sin problemas económicos, necesitaba alcanzar una tirada de 4000 ejemplares. Esto es al menos lo que afirmaban dos de ellos tan separados en el tiempo como Revista Social de Madrid [89] y Voluntad de Zaragoza [90].

Pocos periódicos alcanzaron una tirada semejante; aunque hubieron algunos que la superaron. En la medida de lo posible se procuraba que las suscripciones alcanzaran un volumen suficiente, porque depender de la venta a través de los paqueteros comportaba muchos riesgos.

En el último número de El Rebelde de Madrid - el 53, de una sola hoja - los redactores afirmaban que a pesar de que el periódico contaba con ocho mil lectores se moría, porque los corresponsales se quedaban con el dinero o no lo enviaban. Las suscripciones no cubrían los gastos. «Por lo general los compañeros pagan [pero] sucede con lamentable frecuencia que o este corresponsal se guarda el dinero deliberadamente, o que se queda sin trabajo, que tiene que huir o que le expulsan. En cualquier caso de estos le origina al periódico un considerable desfalco, y unido este desfalco a los demás del mismo orden, resulta para la publicación un déficit terrible. [91]»

Los paqueteros desaprensivos - conocidos más tarde con el nombre de vampiros de la prensa obrera - fueron una lacra que las publicaciones obreras y anarquistas sufrieron en todo tiempo. Algunos periódicos - generalmente al borde de la ruina - se decidieron a publicar las listas de aquellos que le habían estafado dinero. Redención de Alcoy, por ejemplo, elaboró una lista con los paqueteros que se habían quedado dinero: «el corresponsal de Pueblo Nuevo del Terrible (Córdoba), 79,90 ptas.; el de Bañeras (Tarragona), 16,20 ptas. y el de Churriana (Málaga), 21,45 ptas. [93]»


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[74Desvois, J.M., La prensa en España (1900-1931), Madrid, 1977, pág. 5

[75Aguilera y Arjona, Alberto, Salmeron, Madrid, 1918, pág. 89

[76Almuiña, op. cit., pág. 349

[77En El Resumen, 18 jul. 1885, analizando las posibles manipulaciones de la estadística del timbre con vista a atraer a los anunciantes, se afirmaba que «la prensa moderna vive del anuncio, único ingreso, verdaderamente saneado que figura en nuestros presupuestos.», cit. por S. Castillo, «La prensa diaria de Madrid, notas para el análisis de las estadísticas del timbre (1873-1887)», Prensa y sociedad…, pág. 157

[78El diario CNT tuvo dificultades económicas desde el mismo día que apareció (1932). Debido a ello sus llamamientos a la solidaridad fueron constantes (casi todos sus números los insertaban). Los comunistas criticaron acremente este método porque lo consideraban una petición de limosna

[79Susana Tavera, «La premsa anarco-sindicalista (1868- 1931)», Recerques (Barcelona), n.8 (1978), pág. 101

[80El Grito del Pueblo (San Martín de Provençals), n.13 (30 sep. 1886), 8

[81«Apología de nuestra prensa», por Manuel Moreno Massa, Fraternidad (Madrid), n.37 (sep. 1927), 3

[82Fructidor (Reus), n.3 (24 ago. 1919), 1

[83El movimiento obrero, op. cit., págs. 178 y sgs. y 202 y sgs.

[84Hablamos de salarios para obreros. Las mujeres solían percibir salarios del 50% de lo que cobraban los hombres y los de los aprendices eran insignificantes

[85Tuñón de Lara, El movimiento obrero, op. cit., pág. 266

[86Al menos esto es lo que permite suponer el alza de los salarios nominales, Tuñón de Lara, op. cit., pág. 468

[87Id., pág. 474

[88Un obrero de Barcelona proponía en abril de 1918 a sus compañeros, el sacrificio de un café diario para destinar su importe al periódico Solidaridad Obrera en graves dificultades económicas, Solidaridad obrera (Barcelona), (27 abr. 1918), cit. por Susana Tavera, «La premsa…», art. cit., pág. 101, nota 77

[89Según su administrador, el presupuesto de gastos, excluida la redacción que nada costaba, exigía la colocación
de 4.000 ejemplares puntualmente pagados, n.1 (11 jun. 1881)

[90«En mayo afirman tirar 2.800 ejemplares y necesitar una tirada de 4.000 para que la publicación se mantenga sin problemas», Fernández Clemente, Eloy y Forcadell, Carlos, Historia de la prensa aragonesa, Zaragoza, s.f., pág. 161

[91(12 ene. 1905), 1, cit. por Arbeloa, V.M., «La prensa obrera en España», Revista de Fomento Social, XXVII, 110 (1973), págs. 202-204]»

Díaz del moral era prácticamente de la misma opinión:
«Los periódicos anarquistas mueren generalmente por falta de compradores en las épocas de decadencia o porque los paqueteros y corresponsales se quedan con el importe de la venta de los números en períodos de prosperidad.[[<92>Historia de las agitaciones campesinas andaluzas, Madrid, 1977, pág. 186, nota 8

[93«Los que estafan a la prensa libertaria», Redención (Alcoy), n.108 (5 abr. 1923)