La reconstrucción de la CNT, después de la disolución decretada por Canalejas a raíz de la huelga general de 1911, se inició en el Centro Obrero de Barcelona. En la noche del sábado 7 de julio de 1912, éste recobró su actividad acostumbrada, después de que la autoridad diese el permiso para su reapertura [1109].
Pocos meses después apareció El Sindicalista, órgano de las sociedades obreras:
«Somos trabajadores y por lo tanto explotados (…) somos los parias de ayer, los esclavos modernos, pero unos esclavos que no estamos conformes con la esclavitud, unos miserables que combatimos la miseria y unos explotados que luchamos por sacarnos el peso de la explotación. [1110]»
Surgido por iniciativa de la «Agrupación Obrera» del Clot, probablemente fue un intento de cubrir el vacío dejado por la suspendida Solidaridad Obrera, pero apenas llegó al mes de vida [1111].
Francisco Ullod se haría cargo, desde el Centro Obrero, de coordinar los trabajos de reconstrucción de la disuelta organización confederal [1112]. Después de la amnistía concedida por el gobierno Romanones en enero de 1913 [1113], se constituyó la Federación Local barcelonesa de sociedades de resistencia [1114]. Esta se dirigió inmediatamente «A todas las Sociedades y a los trabajadores de España» para acuciarles en la necesidad de organizarse a nivel local, comarcal y regional. En cuanto a la regional catalana, convocaba a una Asamblea Magna que tendría lugar los días 23, 24 y 25 de marzo, a todas las sociedades obreras de la región [1115].
Esta asamblea - celebrada en el Centro Obrero - reunió a 50 sociedades de toda la región, con una mayoría abrumadora de delegados de Barcelona y comarca [1116]. Uno de sus principales acuerdos fue constituir la Confederación Regional de Cataluña, con la redacción de unos nuevos Estatutos de la misma [1117]. Igualmente se acordó iniciar los trabajos para la reaparición de Solidaridad Obrera.
Pocas semanas después - el 1º de mayo - volvió al estadio de la prensa el órgano oficial de la Confederación Regional Catalana [1118] en su 3ª época.
Hasta su final - en enero de 1919 - se sucedieron varios directores. No conocemos con precisión ni el número de ellos, ni el tiempo que estuvieron al frente del periódico en esta dilatada etapa.
Joaquín Bueso nos dice:
«Solidaridad Obrera fue dirigida por Tomás Herreros, anarquista, quien al mismo tiempo dirigía Tierra y Libertad y Tomás Herreros no hizo de Solidaridad Obrera una tribuna de avisos ácratas como hoy sucede; Solidaridad Obrera fue después dirigida por Andrés Cuadros y este compañero también supo eludir el carácter netamente anárquico que hoy tiene el periódico; tomó más tarde la dirección del periódico obrero aludido el tipógrafo Joaquín Bueso, y al igual que los anteriores directores procuró que el periódico no fuera sectario; volvió a la dirección Cuadros, y aunque en esta segunda época de su dirección ya no fue tan imparcial como en la primera, no por eso dejó que descaradamente fuera Solidaridad Obrera un periódico anarquista; pero últimamente ha caido el periódico en manos de Manuel Andreu y desde entonces hace la competencia a Tierra y Libertad en propaganda ácrata. [1119]»
A partir de mayo de 1916 se hizo cargo del órgano confederal José Borobio [1120]. Ignoramos quien lo dirigía en el momento del «affaire» de la embajada alemana [1121], pero con motivo de estos hechos - en noviembre de 1917 - se hizo cargo de la dirección Ángel Pestaña [1122]. Igualmente desconocemos si este continuó hasta el final o fue sustituido, aunque la primera suposición es la más probable.
En el número de su reaparición, en el editorial «Resurgimiento», proclamaba:
«Henos aquí de nuevo compañeros. De nada han servido las persecuciones, las prisiones injustificadas y las clausuras de sindicatos con que la justicia burguesa (…) creyó anonadarnos y destruirnos (…)/ Nuestro anulamiento es imposible (…)/ La prueba de lo que anteriormente decimos, está en el resurgimiento de los sindicatos obreros, que apenas venidos a la vida después de la draconiana orden de suspensión dada por un gobernante inepto y venal se aprestan a la lucha con mayor ahínco y decisión.
Estamos pues en el mismo sitio en donde nos hallábamos cuando la última suspensión de Solidaridad Obrera. Nuestras posiciones no han variado un ápice, vamos a la propaganda del sindicalismo sin traba alguna, sin sofismas de ninguna especie. [1123]»
Sin embargo la CRT fue de nuevo suspendida a raíz de la huelga del «Arte Fabril» de agosto de 1913 [1124] y el periódico sufrió una breve interrupción de dos semanas. La organización catalana no volverá a movilizarse hasta el año siguiente y la CNT, que continuaba prohibida, no lo hará hasta por lo menos finales del año 1915. Precisamente en abril del año anterior, la organización asturiana publicó Solidaridad [1125], órgano de la Federación Asturiana de Sociedades de Resistencia Solidaridad Obrera. Es decir, que seguía remitiéndose todavía a la antigua organización, no haciendo ninguna mención a la CNT, lo cual solo podía significar o que la Confederación no había llegado aún por aquellas tierras o que seguía prohibida. Esta última explicación parece la más plausible. Este periódico debió ser suspendido a raíz de la 1ª guerra mundial.
Volviendo al órgano catalán, a partir de la reorganización de 1914 se comenzó a estudiar la posibilidad de transformarlo de semanal en diario. Aprovechando que a principios de 1916 los sindicatos de metalúrgicos y albañiles y peones acordaron la huelga general en sus respectivos oficios, la Confederación se planteó editar un suplemento diario a Solidaridad Obrera. La propuesta fue aceptada y se designó a Pestaña para ocupar el puesto de redactor de dicho suplemento.
En cumplimiento del cargo asistió éste al mitin de declaración de huelga que celebró el sindicato de albañiles y peones, para informar puntualmente del acto. A pesar de que no había intervenido, en absoluto, en dicho mitin, fue encarcelado. Durante su encierro - que duró alrededor de tres meses - «la organización había acordado que desde 1º de marzo Solidaridad Obrera se convirtiese en diario. [1126]»
Lógicamente esto afectó de forma importante a la economía del órgano confederal, aumentando sus dificultades y haciendo su vida aún más precaria de lo que venía siendo hasta entonces. La falta de fondos se agravaba con las suspensiones periódicas que padecía por causa de la represión. Desconocemos datos precisos de su tirada y distribución. Pestaña nos suministra algunas cifras indicativas del tiempo en que se hizo cargo de la dirección:
«Ya en funciones nos dimos cuenta de que el mal era mucho más profundo de lo que visto de fuera parecía. La tirada estaba reducida a unos tres mil quinientos ejemplares y muchos de ellos no se cobraban. ¿De que vivía, pues, el diario? De los donativos, de los Sindicatos, y de los anuncios y de los ingresos inconfesables. [1127]»
La reconstrucción de la CNT fue muy desigual en toda España. A los inconvenientes de partir de una situación bastante adversa, se sumaban los derivados de la conflagración europea. Podemos decir que, aunque Barcelona, y Cataluña en general, servían como punto de referencia, el despegue definitivo no se produjo hasta después del Congreso de Sans de 1918 - en el cual la CRT catalana adoptó el modelo de sindicatos únicos de industria - y las campañas de propaganda que le sucedieron.
Es lógico, por lo tanto, que en estos años solo se editara Solidaridad Obrera en Barcelona, haciendo salvedad de la publicación gijonesa que antes hemos comentado [1128]. Los portavoces de los sindicatos - como hemos visto - se fueron incorporando paulatinamente a la lucha, al ritmo que les permitían sus posibilidades de reorganización, en las localidades respectivas.
La huelga general revolucionaria de agosto de 1917 como culminación de un proceso de lucha contra el encarecimiento de las subsistencias, pero sobre todo contra el régimen político imperante, tuvo su origen en el pacto CNT-UGT del año anterior y una primera manifestación en la huelga general de 24 horas de diciembre de 1916. Por diversos motivos, los cuales no vamos a analizar aquí, el fracaso de la huelga fue total [1129]. El comité de huelga de Madrid (socialista) fue detenido. En Barcelona, donde había un comité revolucionario distinto del de Madrid - cenetista - ésta tomó caracteres insurreccionales que debieron ser sofocados por el ejército. Además de los muertos y heridos, se practicaron numerosas detenciones y el órgano diario de la Confederación fue suspendido, no volviendo a reaparecer hasta la segunda quincena de octubre [1130].
A esta situación prerrevolucionaria en España vino a sumarse el proceso de la revolución rusa que, aunque en un primer momento llegó a España, como a los demás países, con noticias tamizadas por las agencias de prensa, despertó la natural curiosidad en el elemento obrero, trocada casi inmediatamente en auténtico entusiasmo. Todo esto quedó casi automáticamente reflejado en las páginas del diario obrero [1131]. Este entusiasmo llegaría hasta el punto de dar la CNT su adhesión - aunque provisional - a la III Internacional - fundada por los bolcheviques - en el Congreso extraordinario celebrado en el teatro de la Comedia de Madrid en 1919.
Viadiú escribía a finales de 1918:
«Bolchevique es la nueva idea que anhelamos, es paz, es armonía, justicia, equidad, es la vida que deseamos y que impondremos en el mundo. [1132]»
Y Buenacasa - quizá uno de los más entusiastas de aquella revolución - afirma: «Para muchos de nosotros - para la mayoría - el bolchevique ruso era un semidiós, portador de la libertad y de la felicidad comunes. [1133]»
Cuando Pestaña se hizo cargo del diario en noviembre de 1917 comenzó a arbitrar las medidas necesarias para enjugar el tremendo déficit que padecía. Se editaron postales que eran vendidas en favor de aquél y se propusieron también pequeños sacrificios a los militantes, como el abstenerse de beber café una vez al día y destinar el importe al diario [1134]. Pero estas medidas, aunque ponían en juego la participación de los militantes en el sostenimiento voluntario del órgano confederal, se revelaron insuficientes y el comité Regional tomó cartas en el asunto acordándose la creación de una comisión consultiva, encargada de elaborar un proyecto para ser discutido por aquél cuando estuviera redactado.
El Congreso de Sans, que tuvo lugar en la ciudad condal del 28 de junio al 1 de julio de 1918, propuso en el artículo 5º de sus estatutos:
«cada sindicato satisfará la cuota mensual de diez céntimos… (de ellos) dos para nuestro diario Solidaridad Obrera. [1135]»
Puestas ya las bases para su estabilidad económica, el periódico iba a entrar en una fase de expansión, por lo menos hasta finales de ese año en que los acontecimientos político-sociales se precipitaron.