Nuevamente va a suscitarse en el seno del anarquismo la vieja polémica sobre organización y revolución, pero en esta ocasión en el cenagoso terreno del sindicalismo.
La particular trayectoria seguida por el movimiento obrero argentino a través de la Federación Obrera Regional Argentina (FORA), con su adscripción precisa a la ideología anarquista, tuvo una especial incidencia en el desarrollo y posterior evolución de la polémica en nuestro país. Sus portavoces, Diego Abad de Santillán y López Arango, desde la plataforma del diario obrero argentino La Protesta y el suplemento semanal del mismo nombre, de los que eran principales redactores, lanzaron un fuego graneado contra el «desviacionismo reformista» en el seno de la CNT.
Aunque los ataques iban dirigidos principalmente contra Angel Pestaña y Juan Peiró, los anarquistas italianos Errico Malatesta y Luigi Fabbri fueron también objeto de sus críticas por sus concepciones en torno al sindicalismo. Se les reprochaba a estos últimos haber contribuido al aislamiento del movimiento anarquista italiano, al separarse de las masas obreras y haber creado un movimiento específico [1365].
En España, el régimen dictatorial había obligado a muchos militantes anarquistas a exiliarse a Francia. Desde allí continuarían la labor reorganizadora de los grupos anarquistas y se dotarían de órganos de expresión propios, como Prismas de Béziers o Tiempos Nuevos de París [1366].
Poco margen quedaba en nuestro país, en estas condiciones, para poder llevar adelante una polémica teórica de altura. Sin embargo, el grupo «El Productor», con Buenacasa a la cabeza, haciéndose fiel intérprete de las teorías desarrolladas por Santillán y Arango [1367], sacó a la luz el semanario El Productor [1368].
Era su principal objetivo defender a través de sus páginas la necesidad del movimiento obrero anarquista, tesis fundamental del grupo argentino.
No tardó el grupo Peiró- Pestaña [1369] en contraatacar, publicando a principios de 1926 el semanario Vida Sindical. Defendía este periódico la necesidad de la legalización de los sindicatos, pero como muy bien señala Gómez Casas [1370], esta legalización, en última instancia, no dependía de éstos, sino de la dictadura.
En realidad se trataba de contrabalancear la influencia del anarquismo en el seno de la CNT y sin grandes variaciones reapareció de nuevo al producirse la caída de la dictadura, pero entonces las condiciones ya eran otras.
Sin una base práctica en la que sustentar sus respectivas posiciones teóricas, el debate estaba condenado a la esterilidad [1371]. La policía, tomando como pretexto acciones conspirativas, suprimió los periódicos en abril de 1926 [1372], zanjando radicalmente la polémica.
Este debate iba a reproducirse a nivel internacional, aunque desde un punto de vista diferente, con la publicación por parte del grupo anarquista ruso «Dielo Truda» de la «Plataforma de organización de la Unión General de Anarquistas - Proyecto [1373]», también conocida como Plataforma Archinoff, por atribuirse a éste la redacción de la misma.
En síntesis, este proyecto representa el impacto que la eficacia bolchevique, en la revolución rusa, había supuesto para el movimiento anarquista ruso. Se trataba de otorgar al anarquismo un papel dirigente en la preparación de las masas obreras y campesinas para la revolución y para ello era preciso «homogeneizar» el movimiento a través de una plataforma asumida por todos. Su influencia en España fue, aparentemente, escasa, dadas las especiales condiciones políticas que se vivían. No así en los medios del exilio internacional que se vio envuelto en una vasta polémica durante algunos años.