Sería de todo punto imposible explicarnos el fabuloso desarrollo del movimiento anarquista en nuestro país, sin tener en cuenta las relaciones internacionales que se establecieron, tanto con el desenvolvimiento del movimiento en otros países [98], como con las sucesivas emigraciones políticas españolas que, como jalones en el camino, marcaron la continuidad de un proceso de crecimiento que se nutría de las ideas adquiridas y las revertía después de contrastarlas con el propio desarrollo.
La Internacional en España se inició con la venida de Fanelli y se mantuvo en la línea bakuninista por los intercambios de ideas y de hombres que se establecieron
entre este sector del internacionalismo europeo y el movimiento español. «L’anarchisme espagnol est, cependant, loin de vivre en vase clos. Son internacionalisme n’est pas une simple déclaration théorique mais une réalité vécue qui s’appuie sur une extraordinaire mobilité des hommes et sur une densité très élevée d’échanges avec l’étranger. [99]»
España fue refugio de exiliados franceses en la represión que siguió a los hechos de la Commune. Precisamente uno de ellos - Paul Lafargue - sería el motor que agilizaría los enfrentamientos entre ambos sectores del internacionalismo: el marxista y el bakuninista. Pero también fue refugio de bakuninistas: Alerini, Paul Brousse y Camille Camet, los cuales publicarían La Solidarité Revolutionnaire.
La ola represiva que se extendió por Europa en la década de los ochenta contra la corriente anarquista hizo que gran cantidad de refugiados italianos y franceses se diesen cita en nuestro país [100].
Barcelona era la ciudad ideal para buscar refugio. Populosa urbe industrial, el movimiento anarquista se había desarrollado a la sombra de las chimeneas de sus fábricas textiles y contaba con un fuerte contingente de afiliados a sus organizaciones que no dudaban en prestar apoyo y solidaridad a sus hermanos perseguidos. Sin embargo, más que la ciudad amurallada, el refugio lo proporcionó, casi siempre, una rica villa situada muy cerca: Gracia.
En el año 1900, el periódico anarquista ginebrino Le Réveil publicó una larga lista de expulsados de Suiza por motivos políticos entre 1879 y 1899 [101]. En total 224, en su mayoría anarquistas, de los cuales pertenecían a Alemania, 67; a Francia, 14; a Bulgaria, 1; a Rusia, 18; a España, 1 y a Italia, 123.
Ignoramos cuantos de ellos se refugiaron en España, pero debieron ser bastantes. La introducción del anarco-comunismo en sus dos vertientes, la insurreccionalista y la individualista, tuvo por esta vía su mejor camino de penetración. Paolo Schichi, anarquista siciliano, de vida agitada y controvertida, fue expulsado el 11 de septiembre, arribando a Barcelona casi inmediatamente después.
Desde Gracia, junto con franceses y españoles, publicó poco tiempo después El Porvenir Anarquista desde el que se bombardeó tanto a los colectivistas como a los anarco- comunistas que se confabularon con ellos (malatestianos). De todos modos lapublicación no duró mucho [102]. A raíz de los sucesos de Jerez del 8 enero 1892, se llevó a cabo una gran redada en los distritos de Barcelona entre los anarquistas y los redactores del citado periódico fueron encarcelados [103].
No obstante ser importante éstas, lo fueron mucho más los contactos, las relaciones y los intercambios entre la América Latina y España, hasta el punto de poder hablar de «un véritable milieu anarchiste hispano-américaine, dont l’Espagne est la province la plus importante. [104]»
El paso de la Internacional a la clandestinidad en 1874 supuso que muchos militantes se exiliaran buscando refugio en México, Argentina y otros países. El caso de Antonio Pellicer Paraire puede ser representativo [105].
Se extendieron por toda América Latina las ideas de la Internacional (principalmente el anarco-colectivismo) y comenzaron a surgir periódicos que mantendrían un intenso intercambio con los semanarios anarquistas españoles, distribuyéndose regularmente en España. Los más importantes fueron El Productor de La Habana [106] y más tarde ¡Tierra! de la misma ciudad [107].
Este flujo migratorio político solapado al económico iría intensificándose en años posteriores. El aumento de la emigración española hacia América Latina es espectacular a partir de principios de siglo [108]. Por otro lado, como es lógico, la emigración política coincide con los períodos de intensificación de la represión. El golpe de Estado de 1874 y la posterior Restauración; el fin de siglo; la semana trágica, son momentos especialmente agudos de la misma.
No obstante, una de las más intensas - dirigida esta vez principalmente a Francia - fue la que se produjo a raíz del golpe de Estado de Primo de Rivera. En este país - particularmente en París - se darían cita los anarquistas huidos de tres dictaduras diferentes en los años veinte: la bolchevique en Rusia, la fascista en Italia y la militar en España. Esta confluencia anarquista internacional propiciaría un intenso intercambio de ideas.
Este es precisamente el aspecto que más nos interesa destacar aquí. Este intercambio fue constante entre los anarquistas de todo el mundo, siendo la prensa elvehículo mejor preparado para ello, sin olvidar, por supuesto, el libro y el folleto. En todos los periódicos y revistas anarquistas españoles se incluían artículos de conocidas figuras del movimiento internacional. Es corriente observar las firmas de Kropotkin, Bakunin, Malatesta, Jean Grave, por no citar más que unos cuantos nombres, pero la lista podría llenar fácilmente varios folios.
Necesariamente estos intercambios debían - de una u otra forma - influenciar el desarrollo del anarquismo español, del mismo modo que éste influyó en el de otras tierras. Recuérdese la participación destacada de la prensa anarquista internacional - mayoritariamente anarco-comunista - en la polémica que se desató en nuestro país entre colectivismo y comunismo. De todos es conocido, por otro lado, el fuerte influjo que las ideas de Pelloutier tuvieron en el movimiento ácrata español, hasta el punto de concedérsele una importancia capital en la posterior fundación de la Confederación Nacional del Trabajo.
Este entramado de relaciones internacionales propició un flujo intenso de solidaridad entre los movimientos anarquistas de los diferentes países. De todas partes del mundo occidental llegaban a España cantidades suscritas para ayudar a los presos [109]. La revolución mexicana despertó entre los anarquistas españoles una expectación sin precedentes. Tierra y Libertad abrió una suscripción a favor de los revolucionarios mexicanos que alcanzó en poco tiempo varios miles de pesetas [110]. En Sabadell se abrió, en 1914, una agencia - Regeneración - para ayudar al periódico del mismo nombre fundado por Ricardo Flores Magón y órgano del Partido Liberal mexicano de carácter anarquista.
Se pretendía con ello aportar fondos necesarios para el desarrollo de la revolución en aquel país. El fracaso de la citada agencia no fue óbice para que un año más tarde se fundara un periódico - Reivindicación - en aquella misma ciudad y cuyo subtítulo es suficientemente explicativo: «Periódico defensor de la revolución mexicana».
El panorama bélico europeo hizo que las condiciones no fueran necesariamente favorables a tales iniciativas. El periódico se trasladó a Barcelona por razones de seguridad desapareciendo casi en seguida. Aún saldría una nueva época en 1916 en la misma ciudad de Sabadell, pero en esta ocasión su vida fue aún más corta - un solo número según nuestros conocimientos.
Igual o mayor expectación causó el inicio de la revolución rusa [111]. Los periódicos anarquistas españoles se hicieron eco casi de inmediato de la misma. Defendiéndola en la medida de sus posibilidades y llegando incluso a la adhesión - a título provisional - a la III Internacional fundada por los bolcheviques. El posterior desarrollo de la misma, unido al desfavorable informe que Ángel Pestaña - delegado de la CNT enviado a Rusia - elaboró a su regreso de aquel país enfriaron los ánimos hasta hacer desaparecer toda vinculación.
Todo ello es suficientemente indicativo de una voluntad de extender el fermento revolucionario fuera de las fronteras españolas, por medio de vínculos internacionales más o menos estables. Sin embargo las organizaciones internacionalistas pocos frutos reportarían a nivel de coordinación de los diferentes movimientos hasta la fundación en Berlín - en 1922 - de la Asociación Internacional de los Trabajadores (anarcosindicalista). Y aún en este caso el peso revolucionario recayó casi exclusivamente sobre las espaldas de la CNT española, única organización con un potencial extraordinario.